Los huérfanos del Toro de Etchohuaquila
A MarthaBP La noche del 22 de octubre del 2024 nos quedamos huérfanos. Fue a inicios de la década de los ochenta, hace 43 años para ser exactos, cuando nuestros juegos cambiaron. Éramos fanáticos del “gol para”: jugábamos a ser Cabinho, el Tuca Ferreti, el Snoopy Pérez y cuando anotábamos, pues yo siempre quería ser La Volpe, y mis compañeros-rivales de juego para molestarme me decían Lagolpe. Se nos iban las tardes completas en la calle polvosa, inclinada y dispareja de Tarango; ni siquiera nos dábamos cuenta cuando los faroles prendían ante la presencia de la oscuridad de la noche. Sólo importaba meter gol y pasar a ser portero. Incluso, yo tenía un suéter azul para cuando me tocara ser arquero y, según yo, parecerme más al portero argentino del Atlante IMSS. En abril de 1981, todo cambió para siempre. Sería como un parto, como un nacimiento: seguiríamos en nuestra calle amorfa, pero ya no para jugar “cascarita” o “echar la reta”, no, ahora jugaríamos beisbol: tres contra tres. ¿