El indulto a la Madre Conchita

Por: Víctor Miguel Villanueva
@VictorMiguelV 

Sin lugar a dudas una de las mujeres más enigmáticas, oscuras y fascinantes en la historia contemporánea de México es Concepción Acevedo de la Llata, la Madre Conchita. La abadesa fue acusada de ser la autora intelectual del asesinato del general Álvaro Obregón, al haber convencido a José de León Toral para que le quitara la vida al presidente electo. En el magnicidio del 17 de julio de 1928 hubo una conspiración, en ella participaron el Clero mexicano y grupos religiosos radicales como la Unión del Espíritu Santo –la U-, la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa (LNDLR) y la Asociación Católica de la Juventud Mexicana (ACJM). Sin embargo, al final sólo León Toral y la Madre Conchita pagaron el crimen del Caudillo, el primero con su vida al ser fusilado y la segunda con más de 12 años de prisión.
La Madre Conchita y su esposo en la Basílica de Guadalupe
Excélsior
Hemeroteca Nacional
Universidad nacional Autónoma de México (UNAM)
            Mario Ramírez Rancaño asegura que desde 1927 miembros de la LNDLR habían decidido eliminar a todos los enemigos de la religión católica en México, hicieron una lista y el primero era Álvaro Obregón (1). El mismo autor reseña de gran forma todos los atentados en que La Liga, con miembros de los otros grupos religiosos y de la élite eclesiástica, perpetraron contra el Caudillo. El fracaso de las bombas en Chapultepec contra el auto donde viaja Obregón los orilló a tomar una determinación más efectiva: no usar más artefactos explosivos, sino asesinarlo a quemarropa.
            Para esto último se necesitaba de personas que estuvieran dispuestas a cometer el acto, pero sobre todo, a no denunciar a nadie. Personas dispuestas a dar la vida para “salvar” a la Iglesia y que tomaran este sacrificio como una acto de santidad que los conduciría inexorablemente al cielo. En ese entonces había tres candidatos: el padre Miguel Agustín Pro, la monja Concepción Acevedo de la Llata y el miembro de la LNDLR José de León Toral. Los tres cumplían con los requisitos ya señalados. El padre Pro fue capturado después del atentado en Chapultepec y fue pasado por las armas. Se dice que acudió al paredón sin miedo, sino convencido que daba su vida por Cristo. El pueblo católico lo llamó santo, el papa Juan Pablo II en 1988 lo beatificó y está en proceso su canonización.
            Mientras tanto, la Madre Conchita, junto con el sacerdote jesuita José Jiménez, comenzaron a preparar psicológicamente a José de León Toral para asesinar a Obregón. León Toral había visto como fue fusilado su amigo del alma Humberto Pro –hermano de Miguel Agustín- por los hechos en Chapultepec y ahí juró vengar su muerte. Lo demás fue fácil para Acevedo de la Llata y el padre Jiménez: fomentaron ese odio, pero además le leyeron pasajes bíblicos donde otros cristianos habían matado para salvar a su religión, lo convencieron que matar por Cristo lo exoneraba del quinto mandamiento de “no matarás” porque se trataba de una “guerra santa”. El fanatismo de José de León Toral lo llevó a convencerse que él salvaría a México del tirano.
            Durante los hechos ocurridos en el restaurante La Bombilla de San Ángel fue aprehendido León Toral. Fue sometido a varias torturas hasta que acordó decir la verdad si lo dejaban visitar a una persona. La policía aceptó y el asesino del presidente electo se dirigió a la casa donde vivía Concepción Acevedo de la Llata, la Madre Conchita, quien en ese momento también fue detenida. José de León Toral siempre afirmó haber actuado solo, sin que nadie le pidiera que cometiera el asesinato; es decir, actuó como todos los participantes en la conspiración deseaban. Fue juzgado y fusilado por quitarle la vida al general Álvaro Obregón.
Entre todos los detenidos ya sobresalían José de León Toral
y Concepción Acevedo de la Llata (en los extremos)
El Universal.
Archivo General de la Nación (AGN)
            En cambio, con la Madre Conchita fue diferente. Ella no era tan fanática como León Toral, sí era una religiosa que gustaba de auto flagelarse como una forma de acercarse a Cristo, pero al parecer no estaba dispuesta a pagar ella sola con la cárcel cuando en realidad se trataba de una conspiración donde, como ya mencionamos, esta involucrado el Clero y su jerarquía, así como los grupos religiosos más poderosos del país. Los conspiradores lo sabían, por lo que no pararon de amedrentar a la monja para que no fuera a revelar nada y cumpliera con su voto “sagrado” de obediencia: le ordenaron que se echara la culpa y finalmente fue sentencia a 20 años de prisión. Cabe resaltar que la Liga hizo pasar a José de León Toral como auténtico héroe por cometer el magnicidio; mientras que el Episcopado Mexicano lo llamó fanático y a Concepción Acevedo la acusaron de sufrir trastornos mentales.
            La Madre Conchita fue liberada el 9 de diciembre de 1940 luego de pasar en prisión 12 años con 4 meses y 9 días. Incluidas dos estancias en la prisión de las Islas Marías. Fue puesta en libertad por la Ley de Indulto y la orden fue dada por el secretario de Gobernación Miguel Alemán Valdés, a los 8 días de haber comenzado la presidencia del general Manuel Ávila Camacho. Fue notificada un día antes y dijo: “Creo que es la mejor cuelga que me han dado, pues mañana es el día de mi santo”.
            A las 16 horas en la Penitenciaria del Distrito Federal se le informó que estaba libre. Hubo “manifestaciones de júbilo de reclusos y reclusas, de celadores y demás empleados de la penitenciaria”. Además, según el reportero de Excélsior, los presos golpeaban las rejas y gritaban: ¡Queremos despedirnos de la Madre Conchita! Las presas sí pudieron hacerlo. Lloraban y le decían “encomiéndenos usted a Dios”. Igualmente se le concedió despedirse del padre José de Jesús Jiménez, quien también estaba preso por alentar a León Toral y bendecir el arma homicida, ambos se abrazaron y “pronunciaron palabras que nadie pudo escuchar”. Concepción Acevedo de la Llata tenía un semblante de tristeza a la hora de caminar rumbo a la salida. Con lágrimas en los ojos lamentó dejar en la penitenciaría a gente que ahí conoció y que tuvieron para ella “una mirada piadosa, un saludo afectuoso o una frase de aliento”.
La Madre Conchita deja la Penitenciaria.
El Universal.
Hemeroteca Nacional
Universidad Nacional Autónoma de México
(UNAM)
            Fue entonces cuando llegó su esposo: Carlos Castro Balda. Otro procesado por los atentados dinamiteros en el Centro Obregonista y en el Congreso de la Unión. Pero ¿cómo una monja puede estar casada? La propia Concepción Acevedo de la Llata de Castro Balda lo explica así: porque Dios manifestó por las circunstancias que me rodeaban, que tal era su voluntad (2). Luego explicó que según el decreto papal de León XIII “los votos solemnes, servatis servandis, así simples como solemnes, CESARÁ ABSOLUTAMENTE LA OBLIGACIÓN, si, por desgracia, las profesas hubieran de salir del claustro, arrojadas por la violencia o ataque de parte de autoridad civil”. Justo lo que le pasó a ella. Por eso se casó con un cómplice suyo.
            Regresando al 9 de diciembre de 1940, la Madre Conchita salió de la Penitenciaria del Distrito Federal donde había gente y periodistas esperándola. El reportero de El Universal cuenta que el chofer Jesús Romero se ofreció a llevarla “a donde ella quisiera y sin cobrarle nada”. Ella aceptó y le dijo a los periodistas “tengo que cumplir una promesa. Prometí que si algún día recobraba la libertad mis primeros pasos se dirigirían a la Basílica de Guadalupe a dar gracias a la Virgen. Voy a cumplirlo. De todo lo demás, ya nada tengo qué decir ni qué pedir, sino una sola palabra: olvido”.
            Llegó a la Basílica de Guadalupe donde entró del brazo de su esposo Carlos Castro Balda, llevaba el ramo de flores que éste mismo le ofreció al salir de la penitencia. Se hincaron ante la virgen, rezaron y dejaron las gladiolas, los nardos y las nubes. Al salir la Madre Conchita volvió a declarar a los periodistas, esta vez dijo “voy a dedicarme a mi esposo, como ya lo declaré antes; quiero descansar. Si algún día puedo, escribiré mis memorias. Adiós”.
El libro que publicó en los años setenta.
       Para ese 1940 la situación entre el Estado y la Iglesia era totalmente opuesta a cuando Concepción Acevedo de la Llata fue puesta presa. Los llamados Arreglos se habían firmado en 1929, la jerarquía eclesiástica había apoyado al presidente Lázaro Cárdenas en la expropiación petrolera de 1938 y el nuevo presidente, Manuel Ávila Camacho, se había declarado católico. Sin duda, esto y más, contribuyó a que la Madre Conchita recibiera el indulto.



(1)   Ramírez Rancaño, Mario. El asesinato de Álvaro Obregón: la conspiración y la madre Conchita. UNAM, México 2014.

(2)   Acevedo de la Llata, Concepción. Yo, la Madre Conchita. Editorial Contenido, México, 1974.

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