El Calaca González, el último gran héroe
Por: Víctor Miguel Villanueva
@victormiguelv
Con él la identidad del Atlante estaba a salvo. Él era el
atlantismo, los orígenes azulgrana, la facha del futbolista llanero, la esencia
del equipo del pueblo, de los Prietitos. José Luis González, el Calaca, era el Atlante. Por eso era, es, de los jugadores más queridos por la
afición atlantista. Fue el alma del equipo. Pero, además, poseía un talento
único para dar un pase, hacer una gambeta, frenar de seco para cambiar el
rumbo; un talento tan vasto y tan indiscutible que José Luis González fue figura del Atlante en los malos, los peores y los magníficos tiempos de
finales de los años setenta y hasta mediados de los ochenta.
El
Calaca González lo mismo supo dar un pase de gol a Crescencio Sánchez y al Payo
Correa, que a Cabinho o Luizinho; entendió e interpretó el
futbol de Gerardo Lugo Gómez, Gustavo Beltrán o Ignacio el Bambi Negrete, que el de Rubén Ratón Ayala, Gregorz Lato o Alberto Jorge;
formó una banda derecha de ensueño con Miguel
Ángel El Pueblita Fuentes y Eduardo Moses. Siempre con esa clase que salía de esos zapatos
negros que cargaban las calcetas enrolladas de José Luis González.
José Luis González, pinta de crack. |
El
Calaquita comenzó a construir su
leyenda en la Segunda División con el Atlante.
Había salido del llano ¿de dónde más?, se había ido a probar al equipo
azulgrana que vivía su primera temporada en el futbol de ascenso. De entrada, su
aspecto físico no convencía a nadie, ni a sus compañeros, ni su técnico el Che Gómez,
ni a su presidente Fernando González,
Fernandón. Pero cuando comenzó a
tocar el balón, a demostrar lo que sabía hacer en la cancha, fue contratado. De
hecho, él marcó el cuarto gol del juego de ida de la final de ascenso. La noche
del 31 de mayo de 1977 Atlante
ganaba 3-2 a los Gallos Blancos y José
Luis González, quien también sabía definir, marcó el cuarto gol que le daba
dos tantos de ventaja al Atlante
para ir a Querétaro a buscar el retorno. Y así fue. Los Potros de Hierro regresaban al máximo circuito para la
temporada 1977-1978.
El
año de regreso fue poco afortunado. Pero se consiguió el objetivo de evitar un
nuevo descenso. El Atlante era un
equipo sin figuras, sin futbolistas de renombre; era un equipo que conservaba
ese sabor de estar formado por futbolistas que decían “amaban a la camiseta”.
Esa era la razón del por qué eran, son hasta la fecha, idolatrados por la
afición atlantista. No había buenos resultados ni grandes sueldos, pero
jugadores y seguidores habían hecho una comunión única, sui generis: lo único que importaba era defender esos colores y
apoyar a ese grupo de futbolistas.
Eran
los tiempos de Armando Franco, Rolando Mejía, Miguel Hernández, Alejandro
Bonavena Ramírez, Gustavo Pierna Larga Beltrán, Crescencio Sánchez,
Rafael Romero Reyes, Arnoldo Correa; pero también, de dos
futbolistas, dos mediocampistas que seducían a la tribuna -no sólo a la
azulgrana- por su clase para jugar al futbol: Gerardo Lugo Gómez y José
Luis González, el Calaca. El
primero jugó una Copa del Mundo, se fue del Atlante y regresó a retirarse del futbol como azulgrana, con el
perenne amor de los atlantistas por su futbol. El segundo, el Calaca, hizo una carrera memorable y
extensa como Potro de Hierro; fue el
amo del medio campo por una década, sin importar quién o quiénes llegaban al Atlante. Era el Calaca y diez más.
Cabinho, Lato, y Ratón Ayala, todos ellos brillaron aún más con el futbol de José Luis González, el Calaca. |
Cuando
el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), compró al Atlante, el equipo del pueblo dejó de pelear los últimos lugares.
Se volvió protagonista. Llegaron estrellas: Ratón Ayala, Cabinho, Lato, La Volpe, Alberto Jorge, Luizinho,
Gottfried, Levir Culpi; incluso, hasta un técnico de fama internacional como Juan Carlos el Toto Lorenzo, pero
nada ni nadie movía a José Luis González
del once titular. No sólo eran sus calcetas al tobillo, su short corto, su
playera de fuera, sus zapatos sin lustrar, su cabellera sin peinar, sus piernas
largas y delgadas; no, no sólo eso, su visión de juego, su exquisitez para dar
un servicio, sus desbordes, su generosidad para distribuir el balón, su pinta
de crack para frenar de forma
intempestiva para cambiar de rumbo, el engaño eterno de sus piernas escuálidas
en que caían los rivales, cuando pisaba el balón y detenía el juego, sus
centros con ventaja, el permanente regate luego de mostrar un jugada para luego
hacer otra. José Luis González era,
en apariencia y futbol, todo lo anterior y mucho más.
Con
el Calaquita la identidad atlantista
estaba a salvo. Porque si había la soberbia y arrogancia de Ricardo Antonio La Volpe, el prestigio
internacional del Ratón Ayala y de Goyo Lato, la categoría
de máxima figura de la Liga de Evanivaldo
Castro, Cabinho; también estaba
el origen humilde y la extracción del llano de José Luis González que mantenía la esencia humilde y talentosa del Atlante. De aquel que se había fundado
en 1916, que debutó en 1927 en Liga Mayor; que tuvo jugadores como Juan Carreño, Nicho Mejía, Marrana Olivares, Diente Rosas, quienes compartían el mismo
origen y el futbol de José Luis González,
por eso los azulgranas querían, queremos tanto, al número 8 de calcetas al
tobillo.
Símbolos indiscutibles del Atlante: el Calaca y el Bonavena. |
A
principios de los años ochenta acudí una mañana a las instalaciones de la
Unidad Cuauhtémoc del IMSS, donde entrenaba el poderoso Atlante IMSS. Fue difícil acercarse a Cabinho y a La Volpe; en cambio, fue todo lo
contrario con José Luis González. Él
era uno de los nuestros, por eso no ponía excusas para platicar contigo, darte
un autógrafo, darte un poco de su tiempo. Hasta en eso era crack. En 2006, cuando el Atlante
cumplió 90 años de existencia y se reveló una placa en el sitio donde fue
fundado, me encontré al Calaca. No
pude evitar acércame a él. Tenía tanto que agradecerle.
José
Luis ya tenía desde entonces problemas económicos y de salud. Por cinco minutos
le di las gracias por tantos juegos en el Azteca en que su futbol me cautivó,
por su clase, por su fidelidad a los colores, por ser una de las máximas
figuras del Atlante en todos los
tiempos. No me contestó nada. La verdad es que no sé si entendió lo que le
dije. Después nos tomamos una fotografía, a lo cual accedió, decir gustoso
sería mentir, pues, como antes, su rostro no reflejó nada, ni para bien ni para
mal.
José Luis González dejó un legado importante
en la historia centenaria del Atlante.
El Calaca reivindicó el origen de los
jugadores atlantistas en una época en que la chequera estaba siempre dispuesta
abrirse para reforzar al equipo. Su futbol estuvo a la altura de esas figuras,
por eso siempre fue titular con ellos. Su aspecto, su forma de vestirse para
salir al campo, siempre nos recordó que el auténtico futbolista atlantista, se
vestía así. El Calaquita falleció
este viernes 24 de marzo de 2017, pero vivirá eternamente en la memoria de los
aficionados azulgrana, pues lo consideran uno de los suyos, como uno más; pero,
además, porque se vestía de futbolista y defendía los colores en el campo como
lo que era: un auténtico crack.
Porque, definitivamente, José Luis
González fue un crack en toda la extensión de ese término futbolístico.
En el 90 Aniversario de la fundación del Atlante, con el ídolo de la adolescencia. |
Al
Calaca, al Calaquita, no se le extraña apenas hoy que murió. No, a José Luis González se le echa de menos
desde que los atlantistas no lo vimos más vestido de azulgrana y contemplamos a
otro jugador, a varios desde entonces, con el número 8 en la espalda; pero sin
las calcetas en los tobillos y sin el futbol de González en los botines. El
Atlante, el atlantismo, definitivamente, perdió hoy a su último gran héroe.
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