Los estragos de la revolución en los templos católicos de la diócesis de México


La Contrarrevolución en México –de 1913 a 1917– efectuada por el Ejército Constitucionalista, con Venustiano Carranza a la cabeza, se caracterizó por anticlerical y perseguidora de los privilegios y los poderes que la Iglesia católica había acumulado durante el Porfiriato, entre otros rasgos. Sin olvidar que, para los constitucionalistas, la élite eclesiástica había apoyado a Victoriano Huerta en el golpe de Estado contra Francisco I. Madero para derrocar al primer gobierno democráticamente constituido tras la caída del dictador Díaz. Por esto último, además de la tradición heredada por los liberales de la mitad del siglo XIX que consumaron la separación Iglesia-Estado, las huestes de Carranza persiguieron de manera constante al Clero, mientras hacían su guerra.
            En 1917, el país tenía un nuevo gobierno y una nueva Constitución –la cual enfrentaría bélicamente a las élites de la Iglesia y el Estado de 1926 a 1929–, pero también había una paz relativa y las instituciones comenzaban a hacer el recuento de los daños de los últimos años. En el Archivo Histórico del Arzobispado de México existe un documento de 1917 donde la Arquidiócesis de México solicita a los párrocos de todos los templos hacer un inventario sobre los daños que la Revolución les hubiera causado. Hay 62 breves informes (algunos de una sola línea; algunos más no pasan de un párrafo con diez o doce renglones) concentrados en un documento de siete hojas en el Fondo José Mora. Lo primero que resalta, al hacer un acomodo de los reportes por perjuicios, es que 39 parroquias de la Arquidiócesis más importante del país, no reportan daños causados “durante las pasadas calamidades”; es decir, más de 50 por ciento afirma que la Revolución no perjudicó los templos: ni los dañó materialmente, ni fueron saqueados u ocupados.
            Sólo 16, casi 25 por ciento, afirman haber sufrido daños, incendios y destrucción. Los informes son detallados en este sentido; explican cómo trataban de reparar las afectaciones a sus templos. Hablan de ocupaciones militares en las casas Curiales, así como uno de ellos afirma que la Revolución no le causó daño, pero sí un terremoto en 1912 que lo dejó sin Iglesia y ahora paga renta para dar misa. El número de afectaciones como vemos es mínima, aunque tampoco hay que olvidar que el Ejército Constitucionalista, salvo la violenta aparición de las fuerzas del general Álvaro Obregón en 1914 y el paso fugaz e inocente de los generales Emiliano Zapata y Francisco Villa, en diciembre del mismo año, la Revolución y los combates, estuvieron ausentes en el Distrito Federal y sus alrededores, es decir, de la jurisdicción del Arzobispado de México.
En Mixcoac, la Revolución pasó de largo.
            Prueba de esto último es que en templos como los de Tepito, Mixcoac, las iglesias del Carmen y San Catarina, las de Jesús María, San Sebastián y San Ana, reportan al arzobispo José Mora que no hay daños que lamentar. El padre Mariano Comesias de la Iglesia de Jesús María asegura que “ni perdidas de ornamento” hubo. En importantes municipios del estado de México, adyacentes al Distrito Federal, se repite la historia. Por ejemplo, el padre Luis G. Méndez, de Chalco, avisa que no hubo daños en su parroquia y que de otros templos fueron saqueados objetos, pero no informa más; seguramente, nada trascendental o digno de contar. Lo mismo ocurre con Chimalhuacán, Cuautitlán, El Oro, Villa del Carbón, San José en Toluca, Ozumba, Tultepec, Metepec, Lerma y Santa Cruz Acatlán. El padre Tirso Castil, de Tepeji del Río en Querétaro, además agrega que hay soldados que “ocupan con frecuencia las azoteas de la Iglesia, causando desperfectos”, pero no da detalles de esto último.
            En otros templos de la Arquidiócesis de México, los daños durante la trifulca armada en el país fueron menores, casi anecdóticos. En Tecualoya, el padre Rodrigo Quevedo afirmó que su iglesia “no sufrió la Parroquia cosa alguna durante los trastornos pasados”. Mientras que Aotioco González, en Zumpahuacán, dijo que no sufrió daños de consideración “mas que la destrucción de tres capillas anexas al templo parroquial”. En Tonatico, Antonio Colín aseguró “nada se perdió de valor”, sólo hubo que lamentarse que las torres de la Iglesia que “se resintieron con los combates”. En Tapaxco no pasó nada. Hubo otros sitios donde los sacerdotes, en un acto de honestidad, además de reportar que no hubo daños, mencionan que sus ornamentos misales están deteriorados por otras circunstancias: Rafael G. Morán, de Tepetitlán, dijo que los pueblos de su jurisdicción “sufrieron nada notable durante las calamidades pasadas y que los desperfectos que tienen se debe a la acción del tiempo”. En el mismo tenor, Jesús María V. de Alfajayucan reportó cero daños y que además “cuento con todo lo necesario para el culto aunque deteriorados muchos de ellos por el uso y del tiempo”.
            Reportes escuetos de Sta. Cruz Tepexpan, Atitalaquia (Hidalgo), Tepetengo, Coyotepec, Nacacamilpa, La Gavia, Nonoalco, San Buenaventura, San Felipe Tlalmiminolpan, Jilotzingo y Teacalco, donde todos coinciden en que no hubo daños por los “trastornos políticos recientes”. En San Pedro Atzcapozaltongo, el padre Melitón Acosta, reportó únicamente “pérdidas en la instalación eléctrica y los tubos del órgano quedaron inservibles”. Mientras que el cura Florencio Nava de Santa Veracruz, México, describe desperfectos, como hundimientos naturales, pero no hace alusión a desperfectos hechos por los revolucionarios. Finalmente, Leopoldo Mendieta sacerdote encargado del templo de Ajoloapan no reporta daños a su iglesia “gracias a Dios”.
La Iglesia de Huexotla, saqueada por los revolucionarios.
            Como ya mencionamos, sólo 16 de 62 templos reportan daños atribuidos a la Revolución entre los años de 1913 y 1917. Uno de los casos más significativos ocurrió en el Templo de San José en la ciudad de México. Según el sacerdote Francisco León durante la Decena Trágica, cuando se da el cuartelazo en la Ciudadela, su iglesia sufrió cuarteaduras en las dos bóvedas del templo y la casa Cural “quedó inhabitable”. Continúa su informe afirmando que ya comenzaron los trabajos de reconstrucción en la cúpula del templo y que además se reedificó la casa Curial y que fue “convenientemente decorada”. Finalmente asegura que los trabajos se detuvieron “por haberse agotado los recursos”, pero no pide ayuda de ningún tipo.
            Otro caso de destrozos atribuidos a los revolucionarios por los clérigos es el de Tlalpan. Ahí la Casa Curial fue “seriamente deteriorada”, quedaron destruidas las partes norte y poniente. El sacerdote Rosendo Pérez, además, señala que los templos de San Pedro, La Fama, Peña Pobre, El Calvario, Santa Úrsula, San Pedro Mártir, San Andrés, La Magdalena Huipulco y dos en el cerro del Ajusco fueron saqueados pero “ya han sido abiertas al culto”. Por su parte, Antonio Ochoa, párroco de San Cristóbal Ecatepec, afirma que un cañonazo “perforó la cúpula del Templo de Santa Clara”; que la casa Curial quedó destruida “casi por completo”, apunta que sólo quedaron algunos cuartos y algunas dependencias “en estado ruinoso”.
De Chimalhuacán se llevaron tres campanas.
            La cosa estuvo peor en Temascaltepec. Ahí fue destruido el techo de la nave central, varias bóvedas laterales y vidrieras de los altares. El prelado Inocente Muñoz afirmó que el “órgano quedó destruido”. Pero no quedó ahí el desastre que ocasionaron los revolucionarios, pues a decir del sacerdote, la Casa Curial fue incendiada y el Archivo Parroquial, quemado. En Acambay, Aurelio Itubide, aseguró que su parroquia “quedó reducida a escombros”, pero no por los revolucionarios, sino por un terremoto ocurrido en 1912; informa que ya se está construyendo un templo nuevo, pero que ahora vive en un “jacalón” donde paga 70 pesos mensuales y que sirve de templo provisional.
            En Chimalhuacán se perdieron tres campanas de la torre central, quedó destruido el piso de madera, lo mismo que las puertas y las ventanas. Domingo Rojo informó que en los terrenos parroquiales en Tepexoxuca se concentraron militares, pero que “ya fueron recuperados”. Agrega que la torre del templo está “amenazando ruina” y el “Curato inhabitable”. Por último, informa que el Archivo Matrimonial de 1914 a 1917 desapareció. En Santa Fe hubo destrucción de techos “pero ya se están haciendo las convenientes reparaciones”. Gregorio Tinoco informó que en Tlalcilalcalpan en la Casa Parroquial “un corredor y seis piezas están en ruinas”. En Nextlalpan, el Templo Parroquial “está en ruinas y clausurado para evitar desgracias en caso de un derrumbe, lo mismo que la Capilla”. En Tepetlaoxtoc sólo se reportan bastidores destruidos de las ventanas de la Iglesia y de la casa Curial “debido a una fracción de tropas revolucionarias que entraron a la población”. Mientras que en Huehuetoca la Iglesia, la sacristía, el Bautisterio y el Cuadrante “quedaron en pésimas condiciones”.
            Finalmente, Edmundo Ugalde de San Miguel Coatlinchán informa a sus superiores que la Iglesia y la Sacristía están en buen estado, pero que la casa Curial está en poder de las tropas “que la tienen hace cuatro años, destruyéndola cada día más”. Informa que desaparecieron los archivos de bautizos, de hijos legítimos y naturales, desde 1873, así como también los de matrimonio. Narciso Álvarez asegura que la Iglesia Parroquial de Calpulalpan fue incendiada y ahora hacen uso de las capillas “que escaparon del incendio”. En Naucalpan, Inocencio Palomino, cura del lugar, asegura que la Iglesia y la casa Curial están amenazando ruina, debido “parte a los terremotos parte a los estragos de la Revolución”. Por último, Salvador Farfán informa que el templo de Luis Ayucan de Mazatla fue quemado y la casa Curial destruida y que “sólo quedó la cocina”. También fueron quemados los archivos.
La Iglesia de Calpulalpan que a decir de su párroco fue incendiada.
            En cuanto al saqueo y robo de objetos en los templos católicos durante la Revolución, fueron en total cinco sacerdotes que en su reporte ponen más atención a estos sucesos. Por ejemplo, Miguel M. Jasso encargado del templo de Huexotla afirma que fueron sustraídos una cruz procesional, un relicario, una pluma, una campanilla, un báculo sin vara “todo de plata y muy antiguo”. Luego afirma “Ya se hacen las investigaciones para encontrar el paradero de dichos objetos y castigar al ladrón”. Mientras tanto, en Tlacotepec el párroco encargado dice que fueron robados los siguientes objetos: un par de ánforas para los Santos Oleos, una corona de plata del Señor del Calvario, los milagros de la imagen de Nuestro Padre Jesús, dos túnicas de la Virgen de Dolores, una imagen del Niño Jesús; sin embargo, el padre Ponciano Laredo afirma “Por lo demás está bastante provista de objetos de culto”.
En Nopala, Celso García reportó la desaparición de una custodia con sol de plata dorada, un cáliz de plata dorada, una docena de manteles, los útiles del bautisterio. En cambio, en Tláhuac el saqueo fue mayor: los velos para cubrir los altares en tiempo de Pasión (8 piezas), dos colchas de seda para el Santo Entierro, un vestido de seda para la imagen de San Pedro, un vestido de raso para la imagen del Señor de las Tres Caídas, un vestido de la imagen de Nuestra Señora de los Dolores, un cuadro mural al oleo del Señor San José valuado en $3000.00 pesos, seis cuadros murales con la vida de San Ignacio de Loyola y un vestido de seda de la imagen de la Santísima Virgen. En Coatepec Harinas la Iglesia fue saqueada perdiéndose un cáliz de plata dorada, la base de una custodia grande y las crismeras de plata. En San Vicente Chicoloapan sólo el órgano fue inutilizado y la imagen de San Cristóbal “rota”. Por último, en San Antonio de las Huertas dos campanas de las torres fueron robadas, manteles, albas, un palio grande, dos dalmáticas “una corona de la Santísima Virgen y el reloj de la Iglesia”.

Fuente: Archivo Histórico del Arzobispado de México (AHAM) Fondo José Mora. Año 1917, caja 73, expediente 8.

NOTA: Las fotografías son recientes y sólo sirven para ilustrar los hechos aquí narrados.


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