El camino a la muerte del general Álvaro Obregón
Existe
una nutrida bibliografía en torno al magnicidio del 17 de julio de 1928. Con
curiosidad científica y periodística acudí a las fuentes hemerográficas, con el
propósito de “encontrar algo nuevo”, no lo había, sólo acontecimientos, descripciones y declaraciones que siempre han
estado ahí, pero que no fueron de “utilidad” para la extenso número de
estudiosos que abordaron el crimen de José León Toral. Uno de esos hallazgos
–por así decirle- fue el recorrido que emprendió el general Álvaro Obregón a la
Ciudad de México tan pronto se hizo oficial su triunfo en las elecciones
presidenciales. La forma en que se le rendía tributo al presidente electo,
pensé, era necesario contarla.
Álvaro Obregón fue elegido presidente, por
segunda ocasión, el domingo 1 de julio de 1928. Dieciséis días después sería
asesinado por José León Toral en San Ángel, Ciudad de México. Los resultados de
su elección los conoció en Cajeme (1), Sonora, donde se desempeñaba como
“agricultor” de garbanzo y chícharo. También estaba enterado de que en el aire
flotaba el rumor de que su vida corría peligro. El Caudillo dio ordenes al
presidente Plutarco Elías Calles para eliminar a los que él consideraba sus
enemigos más temibles y después decidió dirigirse a la capital de la República
a festejar su segundo triunfo electoral en cinco años y, por supuesto, a asumir
el control del país desde ese momento. El viaje desde Sonora hasta la Ciudad de
México es al más puro estilo del presidencialismo que Obregón inauguró y que
sirvió de ejemplo a los políticos del siglo XX. Con la diferencia de que el
hombre más fuerte del país encontraría la muerte luego de su apoteósico
recibimiento de parte de sus partidarios.
Antes
de entrar a detalle de ese recorrido desde Cajeme hasta la Ciudad de México,
entre el 10 y el 15 de julio, hay que detenerse en el hecho de que el rumor de que podría haber un atentado contra su vida era absolutamente real. Pedro Castro
(2) relata que una vez declarado electo
presidente de la República para el periodo 1928-1934 –sería el primer sexenio,
antes los periodos presidenciales eran de cuatro años- Obregón decidió lo del
viaje a la capital del país y también ordenó tres movimientos que alejarían, según él, cualquier posibilidad de un atentado contra su vida.
El
Caudillo solicitó la renuncia de Luis N. Morones, líder del sector obrero a
través de la CROM y Secretario de Industria, Comercio y Trabajo del gobierno
del general Plutarco Elías Calles; la remoción del subsecretario de Guerra, el
general Miguel N. Piña, Obregón estaba convencido que preparaba un ataque militar contra él; y el columnista Luis del Toro, que escribía en contra del Caudillo. Estas instrucciones las
giró a través de Fernando Torreblanca, yerno y secretario particular de Calles,
y Aarón Sáenz presidente del Centro Director Obregonista. El presidente escuchó
a los enviados, el general Piña fue cesado inmediatamente, el periodista fue
exiliado en Estados Unidos, pero Morones permaneció en su cargo. Calles esta
vez no cedió (3).
Sucedió
lo segundo: llegó por noche, por lo que se ahorraron la barbacoa. Álvaro
Obregón arribó al puerto de Mazatlán con su comitiva formada por el General
Fausto Topete, el general y gobernador de Nuevo León Aarón Sáenz, los generales
Francisco R. Manzo y Antonio Ríos Zertuche, el profesor Manuel Páez y el
diputado Ricardo Topete; en otras palabras, la plana mayor del obregonismo. Fueron
recibidos por los miembros de los sectores que ya mencionamos, pero además por
un “numeroso público”; en el trayecto al hotel Belmar se organizaron bailes en las principales plazas como la de
la República, Zaragoza y Campo Marte, además varias calles fueron “iluminadas
profusamente”. No era para menos, el presidente electo estaba de visita.
De ahí la comitiva
salió a su siguiente destino: la ciudad de Tepic, Nayarit. Fue el jueves 12 de
julio cuando el Caudillo tocó suelo nayarita. Se ordenó un replique
general: “que las campanas fueran echadas a vuelo”, que fuera el anuncio que el
general Álvaro Obregón, presidente electo de la República, estaba ahí. No podía
faltar un banquete en su honor y un baile nocturno en el Casino Tepic donde acudirían “las principales familias” de aquella
ciudad. No faltaba más.
A través del tren
Sud-Pacífico el general Álvaro Obregón llegó a la ciudad de Guadalajara la noche del viernes 13 de julio, en la capital de Jalisco permanecería hasta un día antes
de emprender el último tramo de su viaje que lo traería a la Ciudad de México.
Algunos miembros del Gran Partido Revolucionario de Jalisco, había alcanzado en
San Blas, Sinaloa, al presidente electo. Se trataba del diputado Silvano
Barba González y el señor Francisco Labastida Izquierdo. Además de tratar temas
políticos, le anunciarían el “mucho entusiasmo” que existía en Guadalajara para
recibirlo y los “grandes festejos” que se harían en su honor. Igualmente, en
aquella ciudad una Comisión de la Cámara de Diputados estarían para recibir al
presidente electo.
El
general Álvaro Obregón llegó a la Ciudad de México el domingo 15 de julio. Antes
de descender de su transporte motor ocurrió un suceso poco o nulo comentado y
abordado por la historiografía obregonista, que parecía señalar o avisar que la muerte
estaba muy cerca del Caudillo. A las 12.15 de ese día el tren explorador que
veía a la vanguardia destrozó un automóvil en Azcapotzalco dejando un saldo de
un muerto y tres heridos. La locomotora despedazó el Hudson para siete personas que no alcanzó a cruzar la vía. Según el
reporte periodístico eran un grupo de militares que festejaban el cumpleaños de
uno de ellos con sus esposas y amigos. Un militar perdió la vida, dos
alcanzaron a saltar, salvándose; no así otras tres personas que sufrieron
heridas. El ferrocarril con el presidente electo pasó 15 minutos después por
ese sitio, al parecer nadie se percató del accidente.
NOTAS:
1) Hoy Ciudad Obregón.
2) Es uno de los biógrafos más importantes de Álvaro Obregón en la
actualidad.
3) Pedro Castro. Álvaro Obregón. Fuego y
Cenizas de la Revolución Mexicana. Editorial Era. México 2009. Pág. 389.
4) El periódico consultado en el Archivo General de la Nación
(AGN) fue El Universal. Se revisaron las ediciones del 11 al 20 de julio de
1928. No existe, por lo menos en ese lugar, otro diario de esas fechas.
5) Era propiedad de una familia española
que era comerciante en Sinaloa. La Quinta era famosa desde el siglo XIX por sus
bailes.
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