La reunión en el Castillo de Chapultepec
La reunión en el Castillo de Chapultepec.
El conflicto religioso en México, la Guerra Cristera o la Cristiada, comenzó el 31 de julio de
1926 y se prolongó hasta junio de 1929 en que el presidente Emilio Portes Gil y la jerarquía
católica mexicana firmaron los Arreglos para el Modus Vivendi entre el Estado y la Iglesia. El inicio fue la
promulgación de la Ley Calles que
obligaba a las autoridades federales, estatales y municipales aplicar los
artículos anticlericales que contenía la Constitución Política de los Estados
Unidos Mexicanos de 1917 y que los presidentes Venustiano Carranza, Adolfo de
la Huerta y Álvaro Obregón
habían ignorado. Pero en 1926 el presidente en turno, el general Plutarco Elías Calles, decidió no
hacerlo más. Por su parte, el Episcopado Mexicano “ordenó” la suspensión del
culto público, con la aprobación del papa Pío
XI.(1)
El
21 de agosto de 1926, hace 88 años, en la Residencia Oficial de ese entonces,
el Castillo de Chapultepec, el Presidente de la República recibió al Obispo de
Tabasco Pascual Díaz Barreto y al
Arzobispo de Michoacán Leopoldo Ruíz y
Flores para encontrar conjuntamente una solución (2). Es verdad que Calles los colocó en la disyuntiva de
sujetarse a la ley o irse a la rebelión, que los amenazó al decirles que si
elegían el segundo camino el Gobierno estaba “perfectamente preparado para
vencerlos”. Pero también es cierto que en repetidas ocasiones durante el
diálogo que sostuvieron les propuso el camino legal: acudir a las Cámaras para
pedir la reforma o la derogación de las leyes. Este último camino ha sido
ignorado arbitrariamente por la historiografía oficial y la religiosa, como una forma de hacer pasar al general Calles como el culpable del alzamiento armado.
Cuando
Díaz Barreto y Ruíz y Flores le piden una salida, el presidente les dice: Ya les
he señalado ese camino, que no es otro que el cumplimiento exacto de la Ley.
Igualmente cuando le solicitan tolerancia para no aplicar los artículos
anticlericales como lo hicieron Carranza, De la Huerta y Obregón, el presidente argumenta que eso es imposible porque
está obligado a hacer valer y a hacer cumplir las leyes que de la Constitución
emanan. Incluso Plutarco Elías
Calles les señala que su petición además de ser ilegal, va contra sus principios:
De
igual manera, Díaz Barreto y Ruíz y Flores se abren y le hacen una
proposición: disimular la aplicación de las leyes, “que mientras las Cámaras
reconsideran la Ley, ordenara que las cosas quedaran como antes”. Calles
contesta: “yo no puedo hacer lo que ustedes me piden”. El Arzobispo de
Michoacán insiste: “con un poco de buena voluntad lo podría hacer”. El
Presidente argumenta: “todo el mundo me lo reprocharía”; busca sentenciar el
diálogo: “vuelvo a repetirles que no hay más camino que obedecer la Ley” y agrega “Estamos perdiendo inútilmente (el tiempo). Yo no me saldré del
camino que ya está marcado en la Ley”.
Empero,
para el final del encuentro en Chapultepec, luego que les ha repetido varias
veces que tomen el camino que marca la Ley, Plutarco Elías Calles afirma: Yo les voy a demostrar que no hay
problema, pues el único que podrían crear, es lanzarse a la rebelión y en este
caso el Gobierno está perfectamente preparado para vencerlos. Ya les he dicho a
ustedes que no tienen más que dos caminos: sujetarse a la Ley, pero si esta no
está de acuerdo con sus principios lanzarse entonces a la lucha armada y tratar
de derrocar en esta forma al actual Gobierno, para establecer uno nuevo que
dicten leyes que armonicen con la manera de pensar de ustedes; pero para este
caso les repito que nosotros estamos suficientemente preparados para
vencerlos”.
Regresando
a 1926, el Episcopado Mexicano cumplió a medias sus promesas hechas en el Castillo de
Chapultepec la mañana de aquel 21 de agosto: acudió en septiembre a las Cámaras
con sus propuestas de reforma de la Constitución a los artículos
anticlericales, pero fueron rechazadas. Después el conflicto armado estalló
sobretodo en los estados del centro y de occidente del país. Prelados como Francisco Orozco y Jiménez Arzobispo de
Guadalajara, José María González y
Valencia Arzobispo de Durango, José
Mora y del Río Arzobispo de México, José
de Jesús Manríquez y Zárate Obispo de Huejutla y Leopoldo Lara y Torres Obispo de Tacámbaro tuvieron participación
activa en la Guerra Cristera.
Notas:
(1) Carta Pastoral Colectiva del Episcopado Mexicano. Decretando la suspensión
del culto público en toda la Nación, que se encuentra en el Archivo Histórico
del Arzobispado Mexicano (AHAM).
(2) La entrevista entre Plutarco Elías Calles con Pascual Díaz Barreto
y Leopoldo Ruíz y Flores, se encuentra en el Archivo General de la Nación
(AGN).
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