Un Palacio para el Necaxa.


A Miguel Villanueva Enríquez

El Necaxa fue el primer grande del futbol mexicano. Su espléndido juego de auténtica leyenda arrasaba rivales y arrastraba multitudes. Ese extraordinario ballet futbolístico que generaban sus jugadores requería de un palacio. Por eso la Compañía de Luz y Fuerza S.A. y  la  de Tranvías de México S.A. decidieron en 1930 darle uno: El Parque Necaxa. Mítico escenario deportivo en el pueblo de La Piedad del Distrito Federal que fue el inicio de los palacios futbolísticos que serían la casa de los Electricistas: el Olímpico de la Ciudad de los Deportes, el Olímpico Universitario, el estadio Azteca y en la actualidad el Victoria de Aguascalientes.
De las pocas fotografías del Parque Necaxa.
            A principios de la tercera década del siglo XX mexicano Luz y Fuerza y Tranvías de México, campañias dueñas del Necaxa, contaban con un complejo deportivo destinado al entretenimiento de los trabajadores de la Federación Delta, formada por los empleados de mencionadas empresas. Estaba situado en el pueblo de La Piedad, a un costado del río del mismo nombre –hoy Viaducto La Piedad-, sobre la Calzada de los Cuartos –hoy avenida Cuauhtémoc-, que popularmente se le conocía como Calzada del Deporte. Ahí comenzó a construirse el escenario futbolístico más moderno de ese tiempo. Un estadio que ya no existe físicamente, que sin embargo los aficionados que lo vieron supieron transmitir su belleza y majestuosidad a las nuevas generaciones, de padres a hijos, tanto que el Parque Necaxa sigue vivo como desde aquel 14 de septiembre de 1930 en que abrió la puertas.
            El campo tenía las medidas “internacionalmente aceptadas”, es decir, de 105 metros de largo, por 75 de ancho. Su famoso pasto era inglés mezclado con otro traído de Bermudas y además con trébol que fue sembrado “dos años antes”, o sea desde 1928. Se le agregó arena negra para “darle consistencia” y así dejarlo como “una alfombra suave”. El césped del Parque Necaxa fue algo que impactó de sobremanera a los aficionados, a los periodistas y a los historiadores, pues siempre en sus crónicas ocuparon importantes espacios para hablar de ese pasto.
            La cancha tenía un drenaje especial que permitía “evacuar las aguas pluviales, por abundantes que sean, en termino de 10 minutos”. Algo sin precedentes en cualquier estadio de futbol en México. Otro distintivo era la pista atlética que circundaba el terreno de juego. Tenía una longitud de seis metros de ancho, con una base de concreto y después arena.
            En cuanto a las tribunas, estas tenían espacio para 15 mil aficionados, más grandes que las del parque España -10 mil- y del Asturias -14 mil-. La tribuna de sombra tenía una altura de 19 metros con una proyección de 22 metros y contenía 30 hileras de asientos. Esta dividida en tres zonas: la primera con siete filas y estaba pegada al campo; la segunda con 17 filas a la mitad de la tribuna; y la tercera, de sólo 5 filas en la parte superior. El reportero de El Universal que acudió días antes  de la inauguración asegura que desde la última fila “se domina todo el Distrito Federal”. El techo era de lámina con un volado de 23 metros sin columnas para sostenerlo y que impidieran la visibilidad del público. Tenía una extensión total de 63 metros y daba cobijo a 6 mil aficionados. Todas las tribunas tenían cimientos de concreto, pero las filas de asiento eran de madera creosotada con pintura de aceite color gris. Los ingenieros calculaban 15 minutos para desalojarlo por completo después de cada partido.
            Otra innovación del Parque Necaxa era la casa club que poseía. Es de sorprender que en 1930 estemos hablando de un escenario futbolístico con esta infraestructura. Era un edificio de dos pisos con habitaciones para los equipos visitantes, una biblioteca, un cinematógrafo, un restaurante, casilleros, baños, sala de curaciones y oficinas administrativas. Sin duda se trataba del estadio más moderno del país y posiblemente de América Latina como en algún tiempo fue catalogado el estadio Victoria de Aguascalientes donde actualmente juega el Necaxa en la división de ascenso de nuestro país.
            Su inauguración el 14 de septiembre de 1930 fue todo una acontecimiento. El presidente de la República en turno, el ingeniero Pascual Ortiz Rubio, asistió al evento. La doble cartelera estaba formada por el preliminar entre el campeón España ante el Club América. En el estelar el Necaxa fue anfitrión de la Selección Mexicana que venía de participar en la primera Copa del Mundo en Uruguay y que deseaba demostrar a la afición que “durante los juegos que celebraron en el extranjero, aprendieron bastantes combinaciones”, como aseguraba el reportero de Excélsior.
La Selección Mexicana regresó de Uruguay 1930 e inauguró el Parque Necaxa
            La entrada fue caótica pues la afición no estaba acostumbrada a los torniquetes que permitían el paso de una sola persona a la vez. Igualmente los aficionados no respetaron los asientos numerados y “hubo varios altercados”. Las localidades ese día fueron 25 centavos y se fijaron para “juegos ordinarios” entre los 25 centavos y el peso por boleto. Lo cual era bastante barato si consideramos que en esa época asistir a los toros, por ejemplo, costaba 1 peso en sol y dos en sombra.
            La Selección Mexicana fue la primera en ingresar al campo del Parque Necaxa. Estaba formada por los mundialistas Oscar Bonfligio en la portería; Rafael Garza Gutiérrez Récord y Manuel Chaquetas Rosas en la defensa; Efraín Amezcua, Alfredo El Viejo Sánchez y Felipe Diente Rosas en medio campo; Hilario El Moco López, Juan Trompito Carreño, Dionisio Nicho Mejía, Felipe La Marrana Olivares y Roberto Gayón de delanteros. Los nueve primeros tenía el honor de haber jugado en el estadio de Pocitos en Montevideo el primer juego en la historia de la Copa del Mundo. Desde luego, su uniforme era de playera roja y calzoncillo en azul.
            El Necaxa vistió para la ocasión con una combinación de uniforme de los dos equipos que se fusionaron para su creación: llevaba la playera de rayas verticales rojiblancas, del Luz y Fuerza; con el short y las calcetas en azul eléctrico del Tranvías de México. Los Electricistas fueron recibidos por una gran ovación y su oncena titular fue la siguiente: Ernesto Pauler de portero y capitán; Lozano y Sierra; Rosales, El Perro Ortega y La Sardina López; Guzmán, Pepe Ruíz, Rivera, Patiño y Gómez.
Capitanes y árbitro. Foto Hemeroteca Nacional.
            En el primer tiempo los seleccionados nacionales fueron “arrollados materialmente por el Necaxa” dejando el marcador con un 2-0 claro. Lo más que logró el equipo mundialista fueron dos disparos de Trompito Carreño que atajó el Portero del Volga. A las 13 horas arribó el presidente Pascual Ortiz Rubio al campo, se tuvo que detener el juego para rendirle honores. Se entonó el himno, 21 disparos de salva y vivas para el jefe del ejecutivo federal que luego subió a su palco a ver el espectáculo. Al retirarse, antes de la conclusión del juego, una vez más se detuvo el partido.
            Regresando al juego, Necaxa se colocó 3-0 en el marcador. Nicho Mejía, jugador del Atlante, acortó para el 3-1. El anfitrión se volvió a adelantar ante el delirio de su público. Hilario El Moco López, de origen necaxista, hizo 4-2. La emoción se puso al máximo cuando El Viejo Sánchez puso a la Selección Mexicana a un gol de empatar al dejar el marcador 4-3. Sin embargo, Necaxa marcó su quinto gol del juego que lo colocó inalcanzable pese a otra anotación conseguida por el goleador azulgrana Nicho Mejía. Marcador final 5-4 del Necaxa sobre la Selección Mexicana.
Necaxa posa por primera vez en su estadio. Foto Hemeroteca Nacional.
            Necaxa había confirmado su superioridad en el futbol mexicano al vencer a la selección nacional y eso que la época del Campeonísimo aún estaba por venir. Los momentos más gloriosos del equipo Electricista estaban aún por realizarse, quizá su directiva intuyó esa grandeza y por eso construyó el Parque Necaxa. Todo un palacio de funcional modernidad y de avanzada arquitectura que se metió en la eternidad del imaginario del futbol de México gracias a los aficionados que tuvieron el privilegio de estar en sus tribunas y que después de ser destruido no lo dejaron morir al contarle a sus hijos cuán hermoso era el Parque Necaxa.

            

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