La demoledora venganza del Necaxa sobre el Atlante
Por: Víctor Miguel Villanueva
@victormiguelvh
@victormiguelvh
Luego de la épica definición del torneo de
1932 en que el Atlante se coronó
campeón tras vencer en tres juegos al Necaxa,
el año siguiente ambos equipos volverían a enfrentarse por el campeonato. Esta
vez las cosas serían totalmente distintas, radicalmente diferentes, los Electricistas cobrarían venganza de los Prietitos con un partido que se
inscribió en la historia por su marcador y porque formó una leyenda en torno a
un jugador necaxista, pero que no pasa de un simple mito(1).
Atlante, campeón defensor, se acercó al
bicampeonato cuando goleó 5-1 al América.
Sin embargo, en la jornada siguiente, Necaxa
le pasó por encima al España con un
marcador de 7-3. De tal forma que azulgranas y rojiblancos en la penúltima
jornada de torneo estaba igualados en puntos: 9 cada uno. La diferencia de
goles estaba a favor del Atlante,
que tenía un 22-13, por el 21-18 del Necaxa,
pero no era criterio de desempate. El calendario indicaba que ambos conjuntos
enfrentarían en su último compromiso. Es decir, volverían a jugar entre ellos
el partido decisivo.
El
domingo 4 de junio de 1933 el pueblo de La Piedad vivió otra multitudinaria
jornada. No sólo miles de aficionados del Distrito Federal acudían esa mañana
de verano al Parque Necaxa, sino
también llegaba gente de Toluca, Pachuca, Puebla y de “otros poblados de menor
cuantía”. Los boletos numerados (de 1.50 pesos) se habían agotado desde el
sábado. Había problemas de tránsito y la reventa vendía entradas al doble, al
triple y hasta el cuádruple, pues los boletos de sombra de un peso, estaban a
2, a 3, incluso llegaban a “alcanzar cifras fabulosas” según se aproximaba la hora del
silbatazo inicial.
Conforme
ingresaban los aficionados recibían de obsequio obleas. Los que ya estaban
instalados en las tribunas disfrutaban de evoluciones gimnásticas que se
realizaban en el arrogante pasto del Parque
Necaxa. El sol caía a plomo pero la afición del Atlante se protegía con “sombreros de petate”, por lo que estaban
“encantados de la vida” y les venía “guango” el sol veraniego. Una hora antes
del juego, la tribuna visitante lucía “pletórica” y la de sombra, la del local,
estaba “a reventar”. Los jugadores del Atlante
y del Necaxa en los vestidores ignoraban
los intentos de los reporteros por obtener una declaración previa al choque.
El
equipo local hizo su ingreso al campo. Cada uno de sus aficionados agitó el
banderín rojiblanco que llevaban. Tan pronto el campeón pisó el césped inglés la
tribuna de sol hizo sonar cohetes, agitó una enorme bandera azulgrana y entonó
su grito de batalla: “les cuadre o no les cuadre…”. Cuando los dos equipos
estaban listos para iniciar la contienda, tal y como se había anunciado un día
antes, un avión dejó caer el balón de juego en el centro del campo. No era para
menos, se trataba de una final entre los equipos más populares e importantes
del futbol mexicano. Era el clásico Necaxa
contra Atlante.
A
los dos minutos Necaxa abrió el
marcador: Julio Lores encara al Manuel Chaquetas
Rosas, se apoya en Ruvalcaba quien dispara desde a fuera del área con efecto y Luis
Garfias no llega. Iniciaba el “Waterloo” del Atlante como tituló La
Afición. Antonio Azpiri, el llamado León
de las Canchas, desarmó dos ataques azulgrana y tan pronto los electricistas llegaron al arco rival
marcaron otra vez. Un tiro de esquina que cobró Ruvalcaba fue rematado por Pepe Ruíz con previa falta sobre el
portero azulgrana al cual cargó por la espalda “jugada ilegal que el árbitro no
comprendió, ni castigó”.
Pasada
la media hora de juego, al minuto 34, Vicente Chamaco García desbordó por derecha, manda un centro al área del Atlante, Ignacio Calavera Ávila hace una “pantalla” que hasta engaña al peruano
Lores, pero no a Ruvalcaba quien fusila con potente disparo al portero de los Prietitos. Un minuto después el cuarto
gol: Otra vez Lores engaña a la defensa del todavía campeón, se apoya en Chamaco García quien dispara fuerte,
Garfías no controla el balón y lo deja libre para que Ruvalcaba anote su tercer
gol del partido. Pero la pesadilla no termina para el Atlante. Antes de irse al descanso recibirá dos goles más.
Se
invierten los papeles, ahora Ruvalcaba por la banda se apoya en Lores que de
cabeza habilita a Chamaco García quien de bote pronto golpea el balón y lo manda al fondo de la red. Es el 5-0 al
minuto 40, cuatro después llegaría el sexto. Necaxa hace alarde de sus preciosistas combinaciones: Pedro La Sardina López a Julio Lores, el inca
con Ruvalcaba, luego disparó de Pepe
Ruíz al travesaño y el Calavera Ávila
manda el esférico a la red. Termina el primer tiempo y el reinado del Atlante.
Necaxa será sin duda el nuevo
campeón pues no sólo consiguió seis goles en 45 minutos, sino que además “el
club electricista dio la mejor y más poderosa exhibición de futbol que haya
dado un equipo en México”. Para algunos cronistas “El Necaxa estaba en un gran día, acaso el día más grande de sus
historia”. Todo lo contrario era para el Atlante,
que en la segunda parte jugaría con sólo diez hombres luego que Gabriel La Nacha Olivares no pudo regresar al
campo por una lesión y, peor aún, tendría que comerse tres goles más para un
marcador de vergüenza.
El séptimo gol llegó
luego que Necaxa consintió a su
rival y que, sobre todo, evitó caer en provocaciones de los atlantistas como el
año anterior. Así con un pase largo de Guillermo Perro Ortega, Julio Lores llegó hasta la zona de definición, se
apoyó en Ruvalcaba que con otro disparo venció a Garfías. Siete a cero. El
octavo fue obra de Julio Lores quien por enésima vez en el juego superó a Chaquetas Rosas y luego en el mano a
mano con el portero azulgrana ganó el delantero peruano. Finalmente, el noveno
gol vino luego que el árbitro señalara una mano fuera del área de Felipe Diente Rosas, acción “enteramente
imaginaria”, por lo que Rafael Apipizca
Guirán reclamó y “le acarició la solapa al árbitro García” quien lo expulsó
inmediatamente. El tiro libre lo cobró Marcial Chato Ortiz con eficacia para el nueve a cero. Dos jugadores del Atlante, uno de ellos Carreño, como no
pudieron con los necaxistas en el campo, saltaron a la tribuna a buscar pelea
con los aficionados rojiblancos, mostrando su impotencia total.
De esta forma el Necaxa se coronó campeón y de pasó
destronó a su acérrimo rival. El marcador refleja que esa época nada se
podía hacer ante el futbol exquisito y contundente del equipo de la Compañía de
Luz y Fuerza. Posiblemente sea esta la página más gloriosa del Necaxa y la de mayor vergüenza del Atlante. El juego celebrado el domingo
4 de junio de 1933 en el Parque Necaxa
es un acontecimiento perpetuo en la historia del futbol mexicano.
NOTA ACLARATORIA:
Una leyenda popular -no podría ser otra cosa- habla que un día Necaxa venció 9-0 al Atlante con siete goles de Ruvalcaba,
el cual, a partir de ese día, fue bautizado como “El Siete Ruvalcaba”. Consulté
tres fuentes: El Universal, Excélsior
y La Afición, hay una total
disparidad en quiénes anotaron y cómo se anotaron los goles. En lo que sí
coinciden los tres periódicos es que Ruvalcaba no hizo siete goles, por lo
menos, no ese día. Difícilmente un hecho así, quiero pensar, pasaría desapercibido
para estas tres publicaciones.
Igualmente, algunas de los fotografías no reflejan necesariamente el hecho narrado, sirven únicamente de ilustración.
Igualmente, algunas de los fotografías no reflejan necesariamente el hecho narrado, sirven únicamente de ilustración.
Comentarios
Publicar un comentario