Los cristeros del Ajusco
Por: Víctor Miguel Villanueva
@victormiguelvh
El Distrito Federal fue escenario de
conspiraciones, atentados y asesinatos antes y durante la Guerra Cristera
(1926-1929). Pero el combate cuerpo a cuerpo, entre el Ejército Federal del
gobierno de Plutarco Elías Calles y
el Ejercito Libertador de los cristeros, fue prácticamente inexistente. De
hecho, el único caso documentado es el que realizó el general Manuel Reyes –ex zapatista– junto con
un puñado de jóvenes de la Asociación Católica de la Juventud Mexicana, la
ACJM, en los primeros días de 1927 en el cerro del Ajusco y pueblos
circunvecinos.
El general Manuel Reyes |
Luego
de la toma de el templo de La Soledad en la Ciudad de México, en febrero de
1925, los grupos católicos de laicos más significativos se organizaron y un mes
después dieron vida a la Liga Nacional para la Defensa de la Libertad
Religiosa, la LNDLR, o simplemente la Liga.
Su objetivo era “salvar” a la religión católica del gobierno perseguidor del
general Plutarco Elías Calles. Se
organizaron a lo largo de todo el país y en cada uno de los estados de la
república. En el Distrito Federal había 300 mil miembros, cifra que aporta
Mario Ramírez Rancaño, y que además
detalla una gran estructura de la Liga conformada por una Delegación Regional, un Control
Militar y una Jefatura de Conferencias. Con todo esto la Liga buscó defender su causa, ya sea por medios legales o ilegales;
entre otros está el boicot comercial para desestabilizar la economía nacional y
los atentados dinamiteros contra el general Álvaro Obregón.
Pero
sustancialmente, el Distrito Federal fue utilizado por la Liga para planear acciones, conspirar, conseguir apoyos económicos
y de armas para sostener la guerra que sí se daba, sobre todo, en el centro y
occidente del país. Por ejemplo, el historiador de origen francés Jean Meyer
afirma que en el populoso mercado de La Merced, en la Ciudad de México, los
cristeros se hacían de cartuchos “que los horticultores de Xochimilco les
llevaban en canoas, bajo sus verduras”, que luego eran llevados a las zonas de
combate. Igualmente, es conocida la actividad de Luis Segura Vilchis –el terrorista mexicano-, Jefe del Control
Militar de la Liga en el Distrito Federal, de mandar armas y parque a la
provincia en cajas de huevo.
Esto
y más se hizo en la Ciudad de México durante la Cristiada,
pero no el combate como tal. Salvo lo que sucedió en el Ajusco al estallar la
epopeya cristera casi al unísono en varios lugares de la república. Como
sabemos, en febrero de 1926 el Arzobispo de México José Mora y del Río pidió a los católicos no obedecer la
Constitución de 1917; el presidente Calles respondió con una serie de leyes con
el propósito de radicalizar en materia religiosa los estatutos de la Carta
Magna queretana, se le llamó la Ley
Calles y entraría en vigor el 31 de julio de 1926. El Clero mexicano, con aprobación
de Pío XI, suspendió el culto
público a partir del mismo día. Así el Estado y la Iglesia entraron en
conflicto desatando la Guerra Cristera. Sin embargo, fue hasta que en enero de 1927 en estados como Guanajuato, Jalisco, Michoacán, México, Aguascalientes, Durango y Colima,
principalmente, donde comenzó una ofensiva armada más palpable y sustancial contra
el gobierno callista.
El emblema de la Liga. |
La
Ciudad de México, aunque ya mencionamos que prácticamente se mantuvo al margen
de la lucha armada, salvo para administrar armas y cartuchos, también tuvo una
participación mínima. Se trató de un grupo de jóvenes que se preparó a finales
de 1926 para luchar bajo las órdenes de un ex general zapatista: Manuel Reyes. La decisión la tomaron
entre otros, Octavio Elizalde, Luis
Segura Vilchis, Manuel Bonilla y los hermanos Téllez Vargas. Militarmente
no fueron instruidos pero sí espiritualmente: Concepción Acevedo de la Llata, la madre Conchita, monja preferida por la Liga en estos menesteres “preparó” a ese grupo de jóvenes para
luchar y si era preciso morir por la causa cristera.
Alicia
Olivera Sedano revela que el grupo final para el levantamiento estaba formado
por 32 personas “de los centros locales de la ACJM, del Distrito Federal. Entre
ellos, el Centro de Estudiantes de la Ciudad de México, el de Tlalpan,
Iztapalapa, Portales y Coyoacán, principalmente”. Entre esos 32 cristeros
estaban entre otros Armando Téllez
Vargas, su hermano Jorge, Nahúm
Lamberto Ruíz, Armando J. Ayala, Manuel Bonilla y los hermanos Pedro y
Manuel de la Rosa.
Por
supuesto que resaltan personajes definitivos en la historia de la Cristiada como Concepción Acevedo de la Llata, acusada y puesta presa por ser la
autora intelectual del asesinato del
presidente electo Álvaro Obregón cometido por José de León Toral el 17 de
julio de 1928 en San Ángel. El ingeniero Luis
Segura Vilchis que intentaría hacer volar un tren donde viajaba el mismo
Obregón y luego en Chapultepec, con sus propias manos, le arrojaría bombas al
político sonorense; después de esto sería atrapado y fusilado este singular terrorista.
Cómplice de Segura Vilchis en los atentados contra Obregón está Nahúm Lamberto Ruíz, quien fue uno de los dos detenidos en Chapultepec y por quién se supo de la conspiración. Fueron ellos, de
acuerdo con la Liga, quienes decidieron
lanzar a los jóvenes de la ACJM al Ajusco con tan solo “8 máuseres, 7 carabinas
30-30, 2 escopetas de retrocarga y 9 pistolas de distinto calibre” y, claro
está, el apoyo espiritual de la madre Conchita.
El
1º de enero de 1927 salieron del pueblo de San Pedro Mártir rumbo a la montaña.
Durante el trayecto se encontraron con el general Manuel Reyes que iba al frente de 10 de sus hombres. El contingente
cristero llegó ese mismo día al Ajusco al lugar denominado Pico del Águila, ahí establecieron su campamento. El día 2 entraron al pueblo del Ajusco, tomaron
armas y caminaron para la carretera a Cuernavaca, donde “asaltaron, en forma
por demás curiosa, a los pocos automóviles que transitaban en aquel tiempo por
ahí”. El 3 de enero esperaron la incorporación de dos ex generales zapatistas y
sus respectivas tropas.
Todo
terminó el día 4. Un grupo salió a explorar el lugar y se encontraron con una
fracción del Ejército Federal a mando del general Anselmo Macías Valenzuela, quien los acorraló en una población
llamada Tulmiac. La superioridad de
éstos últimos fue evidente, tomaron prisionero a Armando Téllez Vargas, quien después fue asesinado “al retarlo el
general Macías Valenzuela a que gritara ¡Viva Cristo Rey!, lo cual hizo”. Hay
que decir que Armando Téllez Vargas
era el delegado de la Liga en el
Distrito Federal y que en junio sería sustituido por Humberto Pro, hermano del padre Miguel Agustín Pro Juárez, quienes junto con Luis Segura Vilchis serían fusilados por el atentado en
Chapultepec.
Armando Ayala, uno de los cristeros del Ajusco. |
Los
cristeros del Ajusco anduvieron deambulando por el Pico del Águila, escondiéndose
de las fuerzas de Macías Valenzuela y poco a poco fueron desistiendo de
combatir, mejor optaron por dejar las montañas y seguir su labor en la
Ciudad de México. Con esto terminó el intento de guerra cristera, de batalla
cuerpo a cuerpo, en el Distrito Federal. “La tropa de los cristeros del Ajusco
estaba formada principalmente por jóvenes estudiantes pertenecientes a la ACJM,
desconocían por absoluto el tren de vida que implica una campaña como estas, lo
cual hizo que rápidamente se cansaran y abandonaran sus puestos” resume Alicia
Olivera Sedano.
Finalmente,
Lauro López Beltrán, afirma que el general Manuel
Reyes, quien estuvo al frente de los cristeros del Ajusco, fue capturado en
Toluca, Estado de México, y fue pasado por las armas el 21 de agosto de 1927.
Dice el historiador religioso que su ejecución fue una “fiesta” para las
autoridades civiles, pues había una banda que tocaba corridos revolucionarios.
Pero no sólo eso, sino que además interpretó la “Cucaracha”, para mofarse de la discapacidad que sufría el ex
general zapatista. Por
último, es oportuno señalar que dentro del Distrito Federal también hubo
actividad cristera en zonas como Cuajimalpa, Milpa Alta, Iztapalapa, Xochimilco
y Tláhuac, pero escasa, esporádica y ninguna tan significativa como la de los
cristeros del Ajusco.
FUENTES:
Lauro López Beltrán. La
persecución religiosa en México. Ed. Tradición, México 1991.
Alicia Olivera Sedano. Aspectos
del conflicto religioso de 1926 a 1929.
Sus antecedentes y sus consecuencias. Secretaria de Educación
Pública. México, 1987.
Mario Ramírez Rancaño. El
asesinato de Álvaro Obregón: la conspiración y la madre Conchita. UNAM,
México, 2013.
Jean Meyer. La Cristiada.
Tomo 1: La guerra de los cristeros. Editorial Siglo XXI, México, 2012.
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