El día que fui expulsado de la concentración de Argentina.
Un vuelo chárter de Santa Cruz de la
Sierra me trasladaba a Cochabamba, corazón
de Bolivia. Sólo montañas, llanuras y más montañas se observan por la
ventanilla de la aeronave; de aquel país del centro de Sudamérica sólo había
escuchado hablar del lago Titicaca, el imponente Illimani, que la altura hacía
estragos y que en esa nación habían asesinado al doctor Ernesto Guevara de la
Serna, mejor conocido como el Che.
Finalmente, luego de 40 minutos de vuelo, el Lloyd Aéreo Boliviano aterrizó en
el aeropuerto que también se llama como el equipo de futbol local: Jorge
Wilstermann.
La ciudad de Cochabamba, Bolivia, desde el hotel Diplomat. |
El
trayecto al Gran Hotel Cochabamba confirmó que esta ciudad era diferente a la
colonial Santa Cruz de la Sierra, ahora se trataba de una ciudad igual de
pequeña pero moderna. Edificios, avenidas, restaurantes trasnacionales,
camellones, parques, tráfico vehicular y humano. Además de observar la ciudad
en la que permanecería por espacio de tres semanas, también imaginaba cómo
sería mi primer contacto con la selección de Argentina. Si elegí la ciudad de
Cochabamba para cubrir la Copa América
de Bolivia 1997 era precisamente por ver a la albiceleste. No me imaginaba
la sorpresa que me esperaba al llegar al Gran Hotel de Cochabamba.
Me
registré e inmediatamente fui a mi habitación a preparar las primeras notas. En
eso estaba cuando alguien comenzó a golpear la puerta. Fui a abrir y la
sorpresa fue mayúscula, se trataba ni mas ni menos de Daniel Alberto Pasarella. Sí, del seleccionar argentino, del
capitán albiceleste en el Mundial de 1978, del primer argentino en levantar la
Copa del Mundo. Se sorprendió igual. Ofreció disculpas, se dio la vuelta y se
fue extrañadísimo tal y como lo estaba yo. Seguro no dio crédito a lo que había
sucedido y mandó a uno de sus auxiliares a tocar la puerta. Volví abrir. El
enviado de Pasarella sólo preguntó si yo estaba ahí hospedado y cuál era mi
profesión. Contesté que sí, que esa era mi habitación y que era periodista
mexicano. Se fue y yo me quedé en la puerta viendo como los miembros de la
selección de Argentina se metían a un cuarto aledaño.
Al
siguiente día, en la conferencia de prensa abierta a todos los medios, Marcelo el Chelo Delgado, ex de
Cruz Azul, y Eduardo Berizzo, ex Atlas, fueron a los primeros argentinos que
entrevisté. El primero me reconoció pues era común que cubriera a la Máquina en
La Noria; el segundo, reconoció a Grupo Acir
y me preguntó si era de Guadalajara. En fin, con ellos dos fue más fácil
acercarme al resto de los jugadores, entre los que sobresalían Marcelo
Gallardo, José Luis Calderón, Claudio Husaín, Sergio Berti, Roberto Montserrat,
y otros más. Al concluir las actividades de prensa, todos los reporteros
abandonaban el Gran Hotel de Cochabamba, menos yo.
Una
ocasión el jefe de prensa de la selección de Argentina, después de que seguían
acudiendo a mi habitación a tocarme la puerta para “ir a ver el video” y luego
ofrecer disculpas al verme, me abordó en el lobby del hotel. Resultó ser
hermano de Luis Bongiovanni, preparador físico del Atlante; hablamos del futbol
mexicano y luego me dijo que por qué estaba hospedado en ese hotel. La
respuesta fue pronta: ahí me hospedaron y no sabíamos que ahí estaría
concentrada la albiceleste. Intercambiamos pins:
él me obsequió uno de la selección y yo le regalé uno del Atlante.
Todo
estaba bien. Creo que se convencieron que no era un espía. Pero la tarde previa al debut de Argentina en el Félix
Capriles ante Ecuador, el portero Marcelo Ojeda sufrió de un golpe en la
cabeza. Hubo alarma. En el entrenamiento nadie quiso hablar del accidente. En
la puerta del Gran Hotel de Cochabamba, decenas de reporteros intentaban en
vano ingresar. Tuve que empujar a varios para llegar a la puerta, el encargado
de la entrada me reconoció como huésped y me dejó pasar. Eso desató la furia de
la prensa argentina: ¿Por qué un periodista mexicano podía ingresar y no los argentinos? ¿Se había vuelto loco Pasarella?.
De nada me sirvió estar adentro, sólo alcancé a ver de lejos a Ojeda caminando
como si nada y el Chelo me confirmó que sólo fue un golpe sin importancia.
El
11 de junio de 1997 fui a dejar mis llaves a la recepción. Iría a caminar por
la ciudad y de ahí al estadio. El gerente me estaba esperando: no podía
quedarme un día más en el Gran Hotel de Cochabamba. La selección de Argentina
amenazaba con irse a otro lugar donde no hubiera “ningún periodista hospedado,
fuera de la nacionalidad que fuera”. A cambio, me trasladarían al Hotel
Diplomat, un taxi me llevaría sin costo alguno, me respetarían todos los días
de mi reservación sin pagar nada extra e incluso podría llegar caminando de ahí
al Félix Capriles. Acepté. El hermano de Bongiovanni respiró tranquilo.
En el estadio Félix Capriles sede del grupo A de la Copa América de Bolivia 1997. |
Argentina
no pasó de un empate a cero goles con Ecuador y en el preliminar Paraguay se
impuso 1-0 a Chile, el único gol en 180 minutos lo marcó Roberto el Toro Acuña.
Al siguiente día la selección pampera anunció conferencia de prensa con el
técnico Daniel Alberto Pasarella y
su auxiliar Américo Gallego, previa
zona mixta con los jugadores. La cita era a las 11 de la mañana. Fui puntual
como siempre. Crucé la puerta, luego el lobby y al llegar al patio principal
del Gran Hotel de Cochabamba el reportero de la agencia AP dijo “es él, es el periodista mexicano que expulsó Argentina”.
Fui rodeado por micrófonos y grabadoras.
El
primer día en Cochabamba, luego de la conferencia de prensa, charlé con un
colega argentino de nombre Daniel, no recuerdo ahora su apellido, era enviado
por la agencia de noticias Associated
Press. Por un par de noches habíamos cenado juntos, él sabía que estaba
hospedado en el Gran Hotel. La noche posterior al debut de Argentina y el
decepcionante empate a cero con Ecuador, al concluir la conferencia de prensa
del técnico argentino, Daniel me propuso ir a cenar “a donde siempre”. Fuimos,
la charla jamás giró en torno a mi cambio de hotel, hasta que saliendo del
restaurante le dije que tomaría un taxi pues de ahí a mi hotel estaba retirado
para irse caminando. Sorprendido me dijo “te cambiaste”. Le conté la historia, nos
despedimos y me subí al taxi rumbo al Diplomat.
Resultó
que Daniel aquella noche escribió una nota con lo que yo le conté y la subió en
los cables de AP. Por eso, esa
mañana que entré a la concentración de la selección de Argentina había
reporteros que querían saber de mi voz aquella historia. Sí, fueron “mis cinco
minutos de fama”. Di varias entrevistas, conté varias veces la historia; los
brasileños insistían en que hiciera una declaración “fuerte” contra Argentina.
Pero nadie pudo sacarme más de que se había tratado de una confusión, que en Grupo Acir se hizo la reservación y
nadie del Gran Hotel de Cochabamba sabía que la AFA prohibía hospedarse a
reporteros “de cualquier parte del mundo” en el mismo sitio que el de la
selección. Para colmo, me habían asignado una habitación en la misma ala donde
estaban los jugadores, era por eso que me tocaban a la puerta.
Con Daniel Alberto Pasarella en el Gran Hotel de Cochabamba. |
En
México, El Heraldo tomó al cable de
mi expulsión y lo publicó; mi madre guardó un ejemplar, pero no por eso dejó de
preocuparse, pues creía que dormía a la intemperie, una llamada telefónica la
tranquilizó. El Chelo y Berizzo también me cuestionaron sobre
la situación, ambos divertidos por la escena con los micrófonos apuntándome. En
la redacción de Grupo Acir me
guardaron los cables que con el tiempo se borraron. Yo atesoré la anécdota para
siempre.
Había
imaginado muchas cosas para mi primera Copa
América, pero nunca esa, superó mis fantasías. Con el tiempo me acerqué a Daniel Alberto Pasarella y a Américo Gallego, no hablamos del
incidente, sino de la admiración que sentía por ambos. El capitán del 78
accedió a tomarse una foto conmigo con el Gran Hotel de Cochabamba de fondo en aquel
junio de 1997.
Comentarios
Publicar un comentario