Ochenta años del fin del Maximato
El día anterior había dejado su residencia
de Las Palmas en su ciudad adoptiva: Cuernavaca, que más que un lugar de
descanso por sus innumerables quehaceres en la Revolución, se había convertido
en el sitio donde la política nacional se decidía. Ni el asesinato del Caudillo ni la Guerra Cristera lo habían
debilitado, todo lo contrario, pues asumió el pomposo cargo de Jefe Máximo que los hombres de la
Revolución otorgaban a la voluntad política más fuerte del país. Esto último
estaba por llegar a su fin, lo sabía perfectamente Plutarco Elías Calles la mañana del 18 de junio de 1935 en que se
dirigía al aeropuerto de la Ciudad de México para exiliarse las playas de El
Tambor, Sinaloa, en una cabaña de madera que construyó su hija Alicia.
El Gral. Lázaro Cárdenas. |
A
las 6:30 de la mañana el expresidente viajaba en un auto acompañado por sus
hijos Plutarco, Rodolfo y Alfredo. En un vehículo atrás iban sus hijas
Hortensia yAlicia, con su yerno Fernando Torreblanca, esposo de la primera; además
de la secretaria particular del general: Soledad González. Plutarco Elías Calles quizá no lo sabía pero su salida no pasaría
desapercibida, en la terminal aérea habría políticos, militares, secretarios,
gobernadores, bandas de música, fundaciones, que lo despedirían antes de
abordar el avión X-ABEP que lo sacaría de la capital de la República como era
el deseo del actual Jefe del Ejecutivo: el general Lázaro Cárdenas del Río.
A
mediados de 1935 el gobierno de Cárdenas enfrentaba problemas de divisiones
internas dentro del Partido Nacional
Revolucionario (PRN), con un gabinete en su mayoría callista y con su
política de respaldo y respeto a las garantías laborales del sector obrero. El
Presidente no desconocía para nada el poder político de Calles, incluso
reconocía que fue el Jefe Máximo
quien impulsó su carrera militar cuando el joven Cárdenas tenía 21 años y luego
en 1934 apoyó su candidatura presidencial; no, no lo podía negar. Pero también
sabía que su mesías político tenía que hacerse un lado, de otra forma él [Cárdenas],
no podría gobernar, ni él ni nadie.
El
país, como desde que Calles inauguró su Maximato,
sufría de una crisis perpetua en las instituciones, sobre todo la presidencial.
El 11 de junio de 1935 una comisión del Bloque Revolucionario de la Cámara de
Senadores fue a Cuernavaca a pedir la opinión del Papá Calles sobre la situación de crisis laboral que aquejaba a la
nación. Al otro día Ezequiel Padilla publicó en El Universal un resumen de la visita de los políticos a Las Palmas;
en su largo texto se resaltaba que Calles aseguraba que los obreros no tenían
derecho a la huelga, que había divisiones en ambas cámaras por la enemistad
entre el Presidente y el Jefe Máximo,
y que no estaba de acuerdo con las acciones en material laboral del general
Cárdenas. Como era de esperarse la nota sacudió a la política nacional.
El Gral. Plutarco Elías Calles. |
Al
día siguiente, el general Plutarco Elías
Calles tuvo que desmentir lo que se decía de él. En un mensaje publicado en
Excélsior aseguró categórico “no hay
nada ni nadie que pueda separarnos al general Cárdenas y a mí”. Era obvio que
debía detener cualquier especulación sobre un distanciamiento entre ambos.
Luego, en su mensaje, el político sonorense hizo alusión a los lazos que lo
unían al presidente: “Conozco al general Cárdenas. Tenemos 21 años de tratarnos
continuamente y nuestra amistad tiene raíces tan fuertes para que haya quien
pueda quebrarla”. Después, arremetió contra sus enemigos y los culpó del
malentendido de sus declaraciones: “seguramente ellos murmuraron ¡el general
Calles está claudicando! Pero yo arrastro en beneficio de mi país estos
calificativos que no me alcanzan”. Sin embargo, lo alcanzaron.
La
mañana del 13 de junio los periódicos reprodujeron las declaraciones del Presidente
de la República sobre los hechos que se había suscitado desde la visita de los
senadores a Cuernavaca. El general Lázaro
Cárdenas antes que nada dejó clara una cosa: “Nunca he aconsejado las divisiones”
y luego de forma velada culpa al general Calles de la desestabilización
política que se vive en ese momento: “elementos políticos del mismo grupo
revolucionario (dolidos seguramente porque no obtuvieron posiciones que
deseaban en el nuevo gobierno) se han dedicado con toda saña y sin ocultar sus
perversas intensiones, desde que inicio la actual administración, a ponerle
toda clase de dificultades, no sólo usando la murmuración que siempre alarma,
sino aún recurriendo a procedimientos reprobables de deslealtad y traición”.
Enérgicas, valientes y necesarias palabras del Presidente para darle un primer
golpe, que si no definitivo, sí marcó el inicio del fin del Maximato. La cosa no acabó ahí, las
palabras se las lleva el viento, las acciones no.
El Gral. Joaquín Amaro. |
El
día 14, el Presidente solicitó la renuncia de todo su gabinete “para orientar
las acciones de la administración”. La ruptura con el callismo era un hecho
consumado. Así lo entendió Plutarco
Elías Calles que volvió a acudir a los medios impresos para informar que se
hacía un lado, que se iba a descansar a Sinaloa. “Solamente traté de orientar
la acción del Partido hacia lo que me pareció el bien de mi país”, se
justificó. Después declaró que su presencia no “estorbaría” más las acciones
del Presidente “Y para poner punto final a una situación que pudiera ser mal
interpretada, me alejo dejando toda la responsabilidad de la causa (sic) a
quienes la tienen en sus manos”.
El
general Plutarco Elías Calles
dejaría Cuernavaca el 15 de junio, al siguiente día por la mañana saldría de la
Ciudad de México; su primera parada sería en Guadalajara, de ahí a Sinaloa, a la
residencia de su hija junto al mar “que se había convertido en su fantasía”.
Eso pondría fin a 15 años de estar en el pináculo de la política como
secretario de Estado, presidente de la República, creador del Partido Nacional
Revolucionario y como Jefe Máximo de la
Revolución que le permitió poner en la silla presidencial a cuatro
presidentes: Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio, Abelardo L. Rodríguez y Lázaro Cárdenas del Río. Todo ese
protagonismo terminaría el 18 de junio de 1935. Calles lo sabía cuando viajaba
con su familia esa mañana de hace ochenta años al aeropuerto capitalino.
Calles,
encorvado, de sombrero y bastón, caminaba al frente de su comitiva. El general Joaquín Amaro, su amigo y su antiguo secretario
de Guerra, lo recibió y se abrazaron. Sería el único abrazo que daría ese día
el expresidente. Miembros de la Fundación Dondé y una banda de guerra le
hicieron los honores correspondientes a su investidura. Departió “derrochando
buen humor” con las personas que habían acudido a despedirlo. Se saludó
afectuosamente con Emilio Portes Gil, en ese entonces presidente del PNR; a los
medios de comunicación les declaró que “nada absolutamente nada tenía que decir”.
Luego abordó el avión.
A
las 7:30 de la mañana del Puerto Central Aéreo de Balbuena el Lokeheed de Aeronaves Centrales S.A. con
matrícula X-ABEP despegó. A las 9:30 aterrizó en el aeródromo Las Juntas en
Guadalajara. Ahí el Expresidente tomó café y a las 13 horas arribó a Navolato,
en Sinaloa. Finalmente hizo el viaje a El Tambor donde había decidido descansar
y alejarse de la política.
Lic. Emilio Portes Gil. |
En
diciembre de ese mismo 1935, regresó a la Ciudad de México. El viejo maestro
rural, Papá Calles, el Jefe Máximo dejó su autoexilio. Desafió
al presidente Lázaro Cárdenas, quien
sin miramientos el 1 de abril de 1936 lo expulsó del país junto con su
camarilla formada por Luis L. León, Melchor Ortega y Luis N. Morones, luego que
intentarán una vez más entrometerse en la política nacional. Ahora sí, se le
puso punto final al Maximato. El
general Calles se fue a radicar a San Diego, California, en Estados Unidos. El
4 de mayo de 1941, con motivo del Día de la Unidad Nacional y en plena Segunda
Guerra Mundial, el presidente Manuel Ávila Camacho le ratificó sus grados
militares y todos los expresidentes vivos de México saludaron juntos desde el
balcón central de Palacio Nacional.
Plutarco Elías Calles murió el 19 de
octubre de 1945 en la Ciudad de México, en esa misma ciudad que lo despidió
diez años antes, hace justamente 80 años, porque su intervención en la política
era un lastre para la construcción del Estado mexicano al que él había
contribuido de innegable forma como militar, secretario de Estado, presidente
de la República y creador del primer partido político nacional. Sin embargo, su
forma de gobernar a trasmano, sin estar en la silla presidencial, era una
práctica que no iba más, debía abandonarse, era obsoleta e inoperante. De ahí
que el 18 de junio de 1935 terminara el Maximato
con la salida del general Plutarco Elías
Calles al exilio a la costa sinaloense.
FUENTES:
Alfredo Elías Calles. Yo
fui Plutarco Elías Calles. La versión jamás contada. Editorial Suma.
México, 2011.
El Universal, junio de 1935.
Excélsior, junio de 1935.
Plutarco Elías Calles. Pensamiento
Político y Social. Antología (1913-1936). Fondo de Cultura Económica.
México, 1992.
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