Ghiggia, el primero y último héroe.


Un poco antes de la contundencia de Marito Kempes; mucho antes del Brasil de Zico, Sócrates, Falcao y Toninho Cerezo; también antes de la elegancia de Michel Platini, de los seis goles de Pablito Rossi, de los desbordes de Bruno Conti, del Divino Calvo llamado Gregorz Lato, de las calcetas al tobillo de Jean Tigana, de la forma de gritar gol de Marco Tardelli; mucho antes de todos ellos ya sabía de Alcides Ghiggia, el autor del Maracanazo.
            Mi sabio padre me habló del Drama del 16 de julio de 1950. Me contó como Uruguay venció a Brasil “en su propio estadio con un gol de Ghiggia”. Él lo sabía, lo había leído, pero exculpaba a los brasileños porque en ese entonces “Brasil no era Brasil”. Años más tarde mi padre me compraba cada semana un fascículo con la Historia de la Copa del Mundo. De pronto, en un artículo encontré la crónica del Maracanazo escrita por Mario Filho, ni más ni menos. La historia me atrapó para siempre. Cada 16 de julio, religiosamente, leía el escrito de Filho con la misma emoción de toda la vida.

            En 2001, en la Red Deportiva de Infored, tenía una sección llamada Mitos y Leyendas. Era lógico que para el domingo más próximo al 16 de julio tenía que presentar algo relacionado al Maracanazo. Vía internet conseguí el teléfono de la redacción del diario El País de Montevideo. De ahí me pasaron a la redacción de deportes. Un reportero me contestó, le expuse la idea de hacer una entrevista con algún sobreviviente de la Tragedia de Maracaná. De ¿qué me habla? No existió nunca en la historia una tragedia en Maracaná, fue su respuesta pronta y hasta con enfado. Cierto, entonces le replantee mi solicitud, deseaba entrevistar a uno de los campeones del mundo de 1950. Me dio tres números telefónicos: el de Miguez, el de Máspoli y el de Ghiggia.
            No dudé ni un instante. Era el nervio lo que me impedía marcar a la casa del héroe del Milagro Uruguayo. No es cualquier cosa entrevistar a tu héroe, de ninguna manera es una cosa fácil. Pero había que intentarlo y si la suerte o Dios lo permitían podría charlar con Alcides Ghiggia. Así que comencé a marcar. El teléfono tardó en sonar y finalmente lo hizo en tres ocasiones.
            Una voz femenina respondió en el gris Montevideo. Le expliqué que hablaba de México y que por motivo del próximo aniversario del campeonato mundial de Uruguay en 1950 quería entrevistar al autor del gol de la victoria. La voz femenina me dijo que su abuelo estaba enfermo, pero que le preguntaría; que esperara en la línea. Pasaron quizá dos minutos, en ellos me puse a imaginar la casa como Mario Benedetti lo había hecho en sus cuentos; hasta que se escuchó que alguien tomaba la bocina y después pronunciaba un “Aló”, con un acento oriental indiscutible. Era él, sí, claro que era él:  Alcides Ghiggia. Mi primer gran héroe en el futbol internacional.

            La entrevista duró más de 20 minutos. Cuando terminó se despidió, pero su voz se quedó grabada en mí como el gol que le hizo a Barbosa el 16 de julio de 1950: para siempre. Sentí ganas de correr como él luego de marcar en Maracaná, tan pronto colgué la bocina. Había hecho, sin duda alguna, la entrevista de mi vida, ninguna antes, ni ninguna después. Hoy lo sigue siendo.
            Me reconstruyó lo que pasó en Maracaná. Negó que Obdulio Varela haya dado las instrucciones en el vestidor; pero sí confirmó que el Negro Jefe discutió el gol brasileño para tranquilizar a sus compañeros y enfriar al rival, aunque el “público enfureció” por las protestas del capitán celeste. Ghiggia dijo no acordarse si Jules Rimet rompió su discurso en portugués y entregó la copa sin decir palabra, tal y como cuenta la leyenda. Eso sí, dijo recordar los rostros de tristeza en las gradas del Maracaná mientras ellos festejaban el campeonato mundial.
            Se dijo enfermo. Me aclaró que jugó en Italia “donde también fui estrella” y dijo tener, en ese tiempo, muchos autos. Que de sus compañeros ya eran pocos los que quedan con vida, que en otras épocas se llegaban a reunir, pero que ahora las enfermedades y los familiares ya no los dejaban salir solos. Que sí había recibido, “hasta la fecha”, reconocimientos en Uruguay, en otros países, e incluso en Brasil. Pero que ya no recordaba muy bien lo que pasó en Maracaná, sólo “que ganamos y yo anoté el gol de la victoria”.

            La entrevista fue transmitida en la Red Deportiva y fue presentada por José Ramón Fernández. Desde entonces, cada 16 de julio, además de recordar el Maracanazo, recuerdo con infinita emoción que entrevisté al héroe de esa Copa del Mundo. Este 2015, entes de las 17 horas escribí en Twitter: “El Maracanazo, el Drama del 16 de julio, lloró todo un país… vida eterna a Edgardo Alcides Ghiggia” y subí una foto de él. Minutos después vi una notificación: Iara Pintos había marcado “favorito” mi tweet. Indagué en su biografía, era de Montevideo y en otro tweet decía que la Asociación Uruguaya de Futbol confirmaba la muerte de Ghiggia. Lo primero que pensé fue que era una broma. Pero luego llegó la confirmación de la agencia de noticias EFE y luego todos los demás medios.

            No lo podía creer. Pero era verdad: Alcides Ghiggia murió justo el día que se cumplían 65 años de su hazaña en Maracaná. Hasta en eso fue grande, pues si alguien ya había “olvidado” la Tragedia de Maracaná ahora cada 16 de julio se recordará que murió el autor del gol que provocó el Maracanazo y se contará como Ghiggia enfrentó a Bigode con el balón pegado al pie; el defensa brasileño, en vez de buscar despojarlo del esférico, retrocedía. El delantero uruguayo observó un hueco entre el poste izquierdo del arco brasileño y su portero Barbosa; era una rendija para la gloria y la inmortalidad; no lo pensó más, era su momento, disparó y el balón encontró ese hueco, sólo se detuvo en la red y transformó una final de Copa del Mundo en el Maracanazo. Uruguay era campeón del mundo. Vida eterna para Alcides Edgardo Ghiggia.

Comentarios

  1. Me tomo una licencia para usar un poema de Jorge Teillier ("Después de la fiesta") como homenaje al artífice del Maracanazo...

    Está más joven la muchacha que amanece sonriendo
    frente al canto del canario cada vez más joven.
    Está más joven en la portada de la revista
    sobre la mesa de nogal cada vez más joven
    el retrato de los Campeones Mundiales del año 50.

    Está más joven la mujer que se despierta para lavar
    ropa ajena en la artesa rústica.
    Están más jóvenes quienes en la plaza hablan
    de sus amigos desaparecidos o asesinados.
    Está más joven la flor guardada entre las páginas
    de Fermina Márquez,
    está más joven el rugoso pescador que bebe
    su aguardiente frente al temporal recién nacido.
    Está más joven el guijarro que espera ser
    recogido por un niño,
    tras ser pulido por una ola que cada viaje hace
    cada vez más joven.

    Sólo yo he envejecido.

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