La muerte del Jefe Máximo
Por: Víctor Miguel Villanueva
@victormiguelvh
Plutarco
Elías Calles, en la Revolución Mexicana, triunfó
hasta sobre la muerte. El movimiento armado de principios del siglo XX no le
quitó la vida en los campos de batalla, ni la perdió en un ajuste de cuentas ni
en una traición como era costumbre en ese entonces. No, el general Calles
tampoco fue asesinado como Madero, Carranza, Obregón, Villa, Zapata, Serrano o
Gómez; no, él sobrevivió a todos ellos; incluso a los fuerzas cristeras durante
el conflicto religioso. Plutarco Elías
Calles fue el único Jefe Máximo
–el más poderoso– de la Revolución Mexicana que llegó a la tercera edad, que
murió de viejo, por enfermedad, y su deceso también se convirtió, como otras
muchas cosas más que hizo, en algo inédito en la vida política de este país.
Para
Calles ser maestro rural y luego inspector de educación era poca cosa. De ahí
que buscara el prestigio social y económico en otros lares; pero como
empresario fue un fracaso. Su vida comenzó a cambiar, a parecerse a sus sueños,
cuando se hizo comisario de Agua Prieta. Su entrada a la Revolución fue
posterior al asesinato de Francisco I Madero; fue entonces cuando comenzó su
carrera militar siempre bajo la tutela y opacado por el genio militar de Álvaro
Obregón. No le bastó ser gobernador de Sonora cuando los constitucionalistas
vencieron al usurpador Huerta, pues su ambición le aconsejó ser la sombra del Caudillo. Con él se deshizo de todos los
obstáculos políticos que se impusieron a sus planes: el presidente Venustiano
Carranza; los líderes populares Francisco Villa y Emiliano Zapata y de quienes
intentaron competir con ellos por el poder: Adolfo de la Huerta, Francisco
Serrano y Arnulfo R. Gómez. Llegó a la presidencia de la República en 1924 y
tras el asesinato de Obregón en La
Bombilla, se erigió como el Jefe
Máximo. Cargo que ocupó, pese a las dos expulsiones del país que le hizo el
general Lázaro Cárdenas, hasta el día de su muerte, el 19 de octubre de 1945.
Hace 70 años.
El día que regresó a México. Foto: Plutarco Elías Calles. Pensamiento político y social Antología (1913-1936) FCE México 1992. |
En 1941, en pleno
gobierno de la llamada unidad nacional
de Manuel Ávila Camacho, el viejo general Calles pudo regresar al país. El
sexenio de Cárdenas, su antiguo hijo político, había terminado y el Jefe Máximo podía volver. Viudo, lleno
de hijos, yernos y nueras, nietos y dos hijos más con su segundo matrimonio, Plutarco Elías Calles pasaba los 65
años cuando decidió vivir su vejez en la Ciudad de México. Aunque viejo y sin
un poder verdadero en la política, su presencia era emblemática para el grupo
gobernante, se trataba del único sobreviviente que tomó las armas para
restablecer el constitucionalismo en el país tras el asesinato de Madero. Era
la Revolución personificada, ni más ni menos. Pero el Turco estaba viejo y tenía menos fuerzas para soportar los achaques
que siempre tuvo en ese cuerpo fornido que lo había acompañado por tantos años
y en tantas batallas militares y políticas.
El
18 de septiembre de 1945 cumplió 68 años, casi un septuagenario. Fue entonces
cuando entró a la recta final de su vida. Casi un mes después enfermó. Su médico
de cabecera Abraham Ayala González tuvo que operarlo de las vías biliares el
sábado 13 de octubre de 1945. Dos días tardó en recuperarse de la intervención,
incluso se dice que estuvo animado hablando con sus hijos, hijas y nietos. Pero
la noche del jueves 18 se sintió mal, tuvo una recaída. A las 5 de la mañana
fue llamado de urgencia el doctor Ayala González y había un inusual movimiento
en el Hospital Inglés, más aún en la habitación 32 del mencionado nosocomio que
estaba totalmente pintada de blanco, sin ningún adorno y con un buró lleno de
cajas de medicina, frascos y jeringas. De
acuerdo con El Universal, a las
11:30 Plutarco Elías Calles recobró la conciencia y hasta reconoció a Ayala
González “mi querido doctor”, le habría dicho con voz cansada. Luego vendría
otro shock del cual ya no volvería el
exmaestro rural. Intentaba hablar pero se ahogó en “borbotones de su propia
sangre” aseguró Excélsior.
En el exilio. Foto: Plutarco Elías Calles. Pensamiento político y social Antología (1913-1936) FCE México 1992. |
En
el cuarto 32 reinaba el caos y la angustia. Se hacían trasfusiones de sangre,
se aplicaban sueros e inyecciones; el general sonorense expulsaba sangre por la
boca. Pasadas las 14 horas de aquel 19 de octubre de 1945 sólo había una
certeza: el expresidente Plutarco Elías Calles fallecería en cualquier momento.
Al Hospital Inglés llegaron los primeros secretarios de Estado: Primo Villa
Michel, de Gobernación; Eduardo Suárez, de Hacienda y Crédito Público; Marte R.
Gómez de Agricultura, y el licenciado Jesús González Grillo con la
representación del Presidente Manuel Ávila Camacho. Entre tanto, los familiares
mandaron por los dos hijos menores del general Calles que se encontraban en San
Francisco, California: Plutarco de 13 años y Leonardo de 11, hijos de Leonor
Llorente. También se le avisó a Artemisa Elías Calles Chacón que estaba en
Nueva York. En el círculo político la noticia de que el Jefe Máximo estaba por morir se volvió un rumor constante y viral.
A las 14:40 el hombre fuerte de México fue declarado muerto por el doctor
Abraham Ayala González.
Su
rostro era de “una intensa palidez, los pómulos salientes y mejillas hundidas,
el pelo casi blanco, surcada de arrugas la cara y grandes ojeras”, según
describió la reportera de El Universal.
También dijo que el general tenía un pijama color crema de manga corta y que
las sábanas blancas de su cama estaban salpicadas de sangre. Desde luego, no
hubo presencia alguna de un sacerdote y a nadie se le ocurrió esa descabellada
idea. Fernando Torreblanca anunció que el cuerpo de su suegro sería velado en
la residencia de Guadalajara 104, esquina con el Parque España.
A
las 19 horas, del 19 de octubre de 1945, se abrió la residencia Torreblanca
Elías Calles. El cuerpo del General estaba al centro del hall con un traje negro, dentro de un ataúd metálico y cuatro velas
gigantes con luz roja que lo rodeaban. En la puerta Rodolfo, Plutarco, Alfredo
y Gustavo Elías Calles Chacón recibían las condolencias. Mientras que en el
interior Hortensia, Natalia y Alicia Elías Calles Chacón en completa soledad y
silencio, se encontraban vestidas de negro, con velos del mismo color sobre sus
cabezas y rostro, con los ojos “enrojecidos por el llanto”.
Un “informante” le
confesó a Ana Soledad Álvarez de Excélsior
que el general “no deja gran fortuna. Son fábula las cuentas de libras
esterlinas en los bancos extranjeros”. La misma fuente asegura que hubo en el
velorio un momento de “tensión” cuando de pronto “llegó un personaje vestido de
negro, de largo gabán, que por un momento se cree que es un sacerdote”. En su
crónica dice que se trataba de Gumaro Lizárraga “que no sé porqué tiene
apariencia sacerdotal”. La misma reportera agrega que al salir esa noche de la
residencia Torreblanca Elías Calles, alguien del pueblo le preguntó si el General
había alcanzado a ser confesado.
Ya cansado y viejo el Jefe Máximo. Foto: Plutarco Elías Calles. Pensamiento político y social Antología (1913-1936) FCE México 1992. |
Durante
esa noche y la mañana del 20 de octubre siguieron pasando frente al ataúd del
que fuera el Jefe Máximo de la Revolución Mexicana “militares de alto rango,
senadores, diputados, políticos, hombres de negocios y damas de diferentes
círculos sociales”, así como también gente del pueblo. El presidente Ávila
Camacho y su secretario de la Defensa Nacional, el general Francisco. L.
Urquizo montaron una guardia. También hicieron acto de presencia compañeros del
estadista sonorense tan cercanos como el general Joaquín Amaro y Luis N.
Morones, no podían faltar a darle el último adiós a quien les dotó de poder
político y de grandes fortunas. El segundo no perdió tiempo y fiel a su estilo
ante la prensa declaró a Calles “amigo de la clase proletaria”. Igualmente
pasaron lista de presentes Humberto y Refugio Obregón, hijos del Caudillo. El reportero de Novedades dio fe de la presencia de José
Vasconcelos quien también acudió a despedir al político sonorense.
El cortejo partiría al
panteón luego de la visita del presidente de la República que estaba anunciada
a las 15 horas. Así fue, muy puntual llegó a la calle de Guadalajara 104 el
general Manuel Ávila Camacho, acompañado de Emilio Portes Gil, Marte R. Gómez y
Javier Rojo Gómez. Sonaron 21 cañonazos, la banda militar dio toque de silencio
y se entonó el Himno Nacional. El Presidente montó la última guardia con sus
acompañantes y los hijos varones del general Calles. Después el cortejo fúnebre
salió hacia el cementerio.
Había
una doble valla formada por miembros de la Tercera División de Infantería, a
cargo del general Gilberto Limón, subsecretario de Guerra. También había
motocicletas que abrían paso por las calles de Veracruz, Agustín Melgar,
calzada Tacubaya, calzada de Madereros y la calle Juan Escutia. Hubo también
apoyo de “carros de combate”. Excélsior
contó “mil carruajes” detrás de la carroza que lleva al último Jefe de la Revolución. Novedades coincidió en que eran “mil
autos” y calculó “cinco mil almas a pie”.
Al
llegar al panteón Civil por supuesto que no hubo misa. Sólo dos oradores: Luis
León, quien fue su secretario de Agricultura, y el general José María Tapia. El
primero dijo “lleno de emoción y asomándose las lágrimas” que la muerte del
general Calles le recordaba un poema que decía “Siento, Oh Patria, tu dolor”,
luego calificó al excomisario de Agua Prieta como “El estadista de la
Revolución”. Por su parte, el general Tapia a los pies de la tumba de Calles
dijo que este “había sido un incomprendido y víctima en muchas ocasiones de esa
incomprensión, como en el caso de la muerte del general Obregón” (SIC). El
cuerpo bajó a la fosa, fue sepultado y entonces el presidente Manuel Ávila
Camacho se retiró, con los respectivos honores a su investidura y la entonación
del Himno Nacional.
La salida del cortejo funebre. Foto: Plutarco Elías Calles. Correspondencia personal (1919-1945) Tomo I. FCE México 1996. |
Ese
20 de octubre de 1945 terminaba una etapa de la Revolución Mexicana. Su Jefe Máximo se encontraba tres metros
bajo tierra y seguramente, como lo escribió Ignacio Solares, comenzó otra
batalla: en el más allá con los espectros de tantos muertos que en la
conciencia del general Plutarco Elías
Calles habitaban y lo torturaron sus últimos días de vida.
FUENTES:
El Universal, Excélsior, Novedades y El Nacional, de los días 19 y 20 de octubre de 1945.
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